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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Terror. Ciencia ficción El doctor Henry Von Frankenstein acomete un experimento tenebroso: construir, a partir de fragmentos de cadáveres, un nuevo ser humano. Con la ayuda de su criado Fritz, se adentra durante la noche en los cementerios de la localidad para arrancar a los cadáveres las partes que necesita. Lo que ignora es que el cerebro que ha utilizado en su experimento había pertenecido a un criminal. (FILMAFFINITY)
19 de noviembre de 2017
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'Frankenstein' es el mito primario del hombre.
Las respuestas sobre nuestra propia creación, sobre nuestro propio lugar en el mundo, recorren la obra original de Mary Shelley si se sabe verlas.

En comparación, esta versión de James Whale no alcanza un nivel tan elevado, pero sigue guardando ese aire de reflexión sobre nosotros mismos, a veces en pequeñas líneas de diálogo que demuestran que se sabía lo que se estaba adaptando, más allá del impacto efectista que pudo crear la criatura en su época.

La frase '¡Está vivo!' forma ya parte de la extensa historia de este mito, y no sería justo desdeñarla, pero es apenas una sentencia histórica que desvía la atención de las verdaderas sutilezas: las feroces expresiones de Henry Von Frankenstein, creador sin locura, pero cegado por la obsesión.
"¿Creeis que estoy loco? Veremos quién está loco..."
Su soberbia ya nos agrede desde el principio, aunque ni él mismo sea capaz de darse cuenta de que será la causa de su perdición.

Y es que es algo muy humano precipitar decisiones sin pensar en las consecuencias. Aun más, también es humano no enfrentar dichas consecuencias cuando suceden.
A partir de la aparición del Monstruo (magnífico Karloff) Henry busca se escuda en la apatía y el miedo para evitar lidiar con él, sin importarle que hasta hace un momento había descuidado todo, hasta al amor de su vida por su creación.

Es poca la oportunidad que tiene Boris Karloff para mostrar el tormento interior de un ser maltratado por la biología, por la sociedad y por su propio creador, pero aquí la mesura es una virtud.
Solo hay que recordar la escena de las margaritas en el lago, viendo su cara de felicidad en todo momento, propia de una persona que todavía no distingue entre el bien y el mal: para él no existen como conceptos, y su tragedia es tratar la humanidad sin conocerlos.
Maravillosa escena, por lo mucho que deja traslucir en tan poco.

Por ello, si solo recibe odio, dará odio, pasando a atormentar a su creador cuando es consciente de que nunca será aceptado, y volvemos a verle como el villano que sabemos que no es.
La aldea adulta pide su cabeza, cuando la mirada pura de una niña ha sabido verle tal cual es.
(Hay que recordar además, que la ironía consiste en que su cerebro es el de un criminal, y como tal, todos consideran que está destinado al mal, cuando se ve que también sabe apreciar el bien)

Su último plano, tras abandonar definitivamente a su creador, impacta por la mirada de desesperación de Karloff.
Nadie se atrevería a proclamarle mártir, pero está claro que ni era un bruto ni carecía de sentimientos.

El Barón Frankenstein en la última escena brinda por un futuro vástago para su familia: quién sabe si no acaban de ejecutar a uno.
Pero qué hay más humano que repudiar lo diferente.
Charles
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