Intentando encontrar una forma de representar la clásica e inmortal historia de Shakespeare me leí el libro y me vi la película de 1990, pero lo que queríamos hacer era representarla con una visión más moderna y en ese momento fue cuando encontré esta versión de Hamlet, en el siglo XXI.

La idea me pareció buena y de hecho fue la que usamos en nuestra representación, dejar el castillo de lado y poner un gran edificio en Nueva York donde se alojasen las oficinas de un poderoso magnate, padre de un niño perspicaz y hermano de un traidor. Luego, en el momento en que le me dispuse a verla cambió mi opinión.

Cuando se empezaron a suceder los diálogos y me di cuenta de que no era un giño a la novela original me llevé las manos a la cabeza, ¿qué clase de adaptación era? El hecho de que vayan en coches, caminando por centros comerciales o viendo una película en el cine no parece que case con los diálogos propios de una época antigua.

La película se hace lenta y pesada por el empleo de una lengua tan arcaica, llena de metáforas, con los que los actores no pueden expresarse, parece más bien que leen el guión, pero no lo llegan a interpretar, como si de estatuas se tratase que repiten lo que se les ha pedido.

Tampoco les pediría que utilizasen la jerga barriobajera, pero un poco de rigor, si intentas darle un toque de aire fresco a la obra poniéndola en el mundo actual, no te ates al guión clásico.