Ya desde su comienzo asistimos a una lección de como enganchar al espectador, con una escena en la gasolinera desde una panorámica lejana que sugiere que nos vamos a encontrar con algo verdaderamente interesante. Estos indicios se confirman con el viaje por carretera de una pareja (y hasta aquí puedo contar).
Me ha gustado bastante que con pocos diálogos y un ritmo parsimonioso, Martín Cuenca allá extraído (y exprimido) las cualidades del protagonista. Su soledad, su maquiavélica personalidad, como embauca a las extranjeras hasta el punto de que las convence de mantener algo más que una amistad, en fin, un personaje a tener en cuenta, que irradia más frialdad que Granada en invierno. Cierto es que la película no es suculenta y no se deleita en mostrar asesinatos y sangre, pero he ahí algo que la diferencia de otros film del mismo estilo. En algunos compases incluso se tiende a sospechar de que el personaje no es realmente tan malvado, se sugiere pero no se muestra el placer del protagonista por hacer el mal.
Buenos escenarios e interpretaciones correctas. No obstante, la película es demasiado lenta y en alguna secuencia se plantea que la confianza depositada por parte de las mujeres con ese hombre resulta algo forzada.
Por lo demás nuestro doctor Hannibal Lecter sigue siendo nuestro caníbal fetiche, pero no cabe duda que aquí este sastre consigue que no se vean las costuras (a pesar de cierta inexpresividad de Antonio de la Torre) de un film, donde la carne está en su punto y en el que podemos deleitarnos por su rareza atrayente.