Con un diseño de producción interesante y una casa espectacular por dentro y por fuera, la cosa prometía ser una buena intriga, sobre todo después del Orient Express del mayor adaptador de Shakespeare.
A diferencia de la de Kenneth Branagh, esta película tiene un estilo mucho más clásico, sin ninguna técnica fílmica ni truco narrativo moderno.
Tenemos aquí a unos actores muy solemnes, por no decir sobreactuados, especialmente Glenn Close. Los personajes, por regla general, son serios y poco expresivos, tal y como suele pasar en la obra de Christie. Todos son muy repelentes, sobre todo la niña de las narices.
La trama está cargada de los típicos engaños donde todos son sospechosos. Si no te has leído antes el libro, es imposible adivinar quién es el asesino, pero de todas maneras esta película es aburrida.
La investigación es una sucesión de charlas e interrogatorios sin enjundia. No es precisamente una película trepidante o mínimamente emocionante. No funciona conmigo, habida cuenta que no soy un fanático de esta forma de género detectivesco. Básicamente, es que no han sabido amenizarla bien.
Es ideal para echarse unas cabezadas, pero nada más.