Recordándome un poco al Bruce Willis de "El último boyscout", nos encontramos aquí con el lado más gañán de Leónidas. Sin afeitar, más gordo de la cuenta, malhablado, con tatuajes, mala leche y sin parar de fumar, Gerard Butler encaja bastante bien en este papel de poli malo.
Nada más empezar nos encontramos con un buen tiroteo que ya consigue despertar el interés y esperar que la cosa vaya a ser cuanto menos entretenida.
Pues bien, luego nos encontramos con un seguimiento policial que no es para tirar cohetes. Además, el rollo familiar y los problemas del protagonista, la verdad es que me sobran un poco. De hecho, tiene comportamientos que hacen que me caiga un poco mal. Y con estos elementos, además de un reparto en el que aparte de Butler a los otros no les conocen ni en su casa a la hora de comer, junto con los 140 minutos, me hacían temer que esto fuera un tostón insoportable. En este tramo echo en falta más acción y violencia, o por lo menos más argumento interesante.
Sin embargo, cuando ya todo parecía perdido y empezaba a mirar el reloj más de la cuenta, en la película pasa algo que no suele suceder en estos casos. Y es que, cuando llegan los 45 minutos finales, se le da la vuelta a la tortilla por completo. Podemos ver un robo ingenioso de los que tanto me gustan, combinado con persecución y tiroteo callejero, que salvando las distancias me ha recordado un poco a "Heat". La remontada de calidad que tiene el film con este último tramo es comparable a la de cualquier partido de fútbol histórico donde todo se decide en la prórroga y los "penalties" de manera que el resultado final se queda en el notable, cuando ya casi tenía decidido que le iba a poner un 5.
La parte final es tan buena, que logra que se me olviden los altibajos de toda esa parte en la que no pasa nada interesante. Pero una remontada a tiempo no deja de ser una victoria.