Películas de asesinos en serie hay muchas, así que es difícil innovar o impresionar a estas alturas. En esta, el criminal usa el manido “modus operandi” basado en la Biblia.
La baza del film es la presencia de Dennis Quaid, un actor no demasiado excepcional, pero que me cae bien desde siempre, y no encaja nada mal en este detective padre de familia.
¿Pero qué pasa con el guion? Pues que no deja de ser un cliché, en este caso poco aprovechado. Los asesinatos son “gore” pero no me impactan. No es solo que yo ya esté curado de espantos, sino que están filmados de forma algo suavizada para que no se vea la violencia en todo su esplendor.
En cuanto a la investigación de las pruebas, tampoco nos trae nada nuevo o sorprendente.
La película es, por tanto, muy justita. Casi parece un telefilm, hasta en su fotografía.
Pero tampoco es mala como para dejar de verla por la mitad. Como es bastante corta, por lo menos se deja ver una vez, por averiguar quién es el asesino y cómo van a descubrirle. Pero tiene bastante poco que rascar (tan es así, que ni sé cómo extender la crítica un poco más).
En resumen, es mediocre.