Señoras y señores, sean bienvenidos a la decadencia más absoluta de Keanu Reeves, que está ya muy lejos de sus años mozos, cuando triunfaba con éxitos como “Speed”, “Le llaman Bodhi” y “Matrix”.
Está película es un sinsentido absoluto, tanto en lo que cuenta como en la manera de hacerlo. Un desastre total, que mezcla un embarazo misterioso, una investigación policial completamente insulsa, albinos que dan grima, caballitos de juguete y un sinfín de estupideces inconexas que no hacen más que confundirnos y no dejar claro de qué puñetas va la película hasta que ya estamos cansados y deseando que termine.
Reeves es un policía que investiga la muerte de un compañero. Ni vemos al compañero ni sabemos cómo muere exactamente, lo que nos pone en alerta de que algo tendrá que ver con el rollo que se trae la insulsa Ana de Armas y su familia numerosa. Keanu debe andar bastante mal de proyectos, porque verle haciendo esta cosa da bastante pena. Como no se ponga las pilas le espera un mal futuro en el cine, porque ya empieza a tener una edad respetable.
Entre diálogos de besugos y escenas de relleno inútiles (aunque inútil es la película entera), vamos aburriéndonos minuto a minuto, esperando que pase algo interesante que desvele la supuesta trama paranormal religiosa que hay.
Además de todo eso, el montaje es horroroso. Han cuidado muy poco la continuidad secuencial del plano y contraplano, de manera que en un momento vemos a la protagonista con el pelo de una manera, y al siguiente plano ya está peinada distinta, o brazos que están de una postura y al siguiente instante están de otra.
Sumémosle a esta “maravilla” una banda sonora horrible, con voces femeninas diciendo “uh”.
Es de esas películas raras, con aire independiente, pagadas de sí mismas pero que en el fondo son bodrios como castillos. Es de las que uno, mientras la ve, se plantea que hasta cortarse las uñas de los pies o planchar ropa es más productivo y divertido que verla.
Estoy seguro de que, a poco que termine de escribir esto, mis conexiones neuronales empezarán a borrarla de mi memoria, pues es absolutamente inútil recordar semejante truño.
¡No la veáis! Corred, insensatos.