Para empezar, que hagan un segundo remake (ya había otro engendro de esto de 2006) es una cosa que nadie ha pedido y que no va a mejorar algo que no tiene donde rascar.
Las películas donde un grupo de jóvenes va muriendo por orden no es que sea un gran subgénero, pero en él podemos encontrar un buen puñado de títulos entretenidos.
Pero cuando las cosas se hacen sin ganas, sin ofrecer nada nuevo (ni sustos, ni intriga ni muertes violentas), y lo único que se les ocurre es el giro que más vergüenza ajena me ha dado en los últimos años, la cosa se pone muy mal.
Todo aquí es tan flojo que da una pereza descomunal.
La protagonista es Imogen Poots, que prometía en “28 semanas después” pero no está haciendo una gran carrera que digamos (la recuerdo en “Green room” y salía poco).
Es que no creo que a nadie le pueda gustar esto, salvo a adolescentes con poco bagaje que no conozcan la saga “Scream”.
La película está plagada de escenas lamentables, como por ejemplo cuando la protagonista espía a los chicos de la hermandad, con un buen trozo de puerta abierta, y no la ve nadie. Luego va a la habitación de la compañera, y en seguida la pillan con una apertura de puerta similar.
Los asesinatos son tan “light” que esto podría ser la primera película de terror de Disney.
La canción que cantan vestidas de Papá Noel es para arrancarse los tímpanos con una cuchara de madera (que hace mucho daño según decía el malo de “Robin Hood, príncipe de los ladrones).
Y así podría seguir todo el día. Es una pseudo película de miedo que no sirve ni para verla planchando la ropa.
Dura 90 minutos, de los cuales en la primera media hora no pasa absolutamente nada.
Respecto a la explicación de lo que pasa y la secuencia final en plan “vengadoras”, mejor ni hablar porque no me salen las palabras.
Un auténtico desastre que solo transmite aburrimiento.