Tercera entrega y fin de la "trilogía original" de Piratas del Caribe. Mejora el trabajo realizado en El cofre del hombre muerto. Es más espectacular ya que no se equivoca en el rumbo que debe tomar, y además confirma que la saga tiene partes de buen cine que acompañan al simple espectáculo.

Gore Verbinski cierra su ciclo como director (la cuarta la dirige Rob Marshall, aunque Verbinski no descarta volver) y lo hace a lo grande. Aprovecha un guión que tapa muchos de los agujeros de la anterior entrega y que además aporta interesantes y continuos giros. La construcción de los personajes sigue siendo fantástica, incluyendo cantidad de nuevas caras con un cometido claro. El único error en que incurre (en lo referente a los personajes) es que cuando quieres crear un villano más malvado que el anterior, muchas veces te equivocas y, en lugar de potenciar al nuevo, restas méritos al viejo (esto sucede al principio, cuando 'Barbosa' está cerca de parecer un mequetrefe, aunque luego recupera su carisma). Los efectos son, como en toda la saga, magistrales. Sin embargo, si hay algo en lo que En el fin del mundo supera a sus dos predecesoras, es en la coreografía de los combates, dirigidos con genio y con destreza, aprovechando los espacios y utilizando bien las cámaras para que todo esto no se convierta en un caos. Verbinski incluye en esta tercera entrega varias de las mejores escenas de acción de la saga. Sin embargo, también incluye las partes más rosas, cosa que no me parece mal, pero el guión se equivoca al ubicarlas, y Verbinski las rueda sin demasiada convicción, rozando en algún momento el ridículo.

Johnny Depp sigue siendo el alma de Piratas del Caribe. Su histriónico personaje (mezcla entre Enrique Búnbury y Mario Vaquerizo) encandila al respetable en cada escena, y en esta tercera película cae, si cabe, todavía más simpático. Orlando Bloom mejora mucho con respecto a las dos películas anteriores, con una actuación seria, con fuerza más que suficiente para aguantar el pulso a la mayoría de secundarios. Keira Knightley es, a mi juicio (y sé que soy de los pocos que piensa esto), una de las grandes perdedoras de la película, pues al hecho de que la calidad de su trabajo aquí sea menor (su trabajo, no su personaje) se ve unido a que por temas de guión debe mostrarse más zafia, y su fina belleza no casa con esa evolución. La vuelta de Geoffrey Rush se agradece, ya que un actor de su categoría siempre aporta mucho a cualquier producción, y además aquí representa a un personaje sin el cual sería casi imposible seguir adelante. La aparición de Keith Richards pone el punto curioso al reparto, interpretando a un personaje que nos enamora en cuestión de segundos.