En el sexto fascículo coleccionable de "Las travesuras de Jason Voorhees" nos encontramos con una película que cambia radicalmente respecto a las primeras cuatro películas, que son las míticas, por así decirlo, de la saga, y las que más gustan a los fans.

Tom McLoughlin, otro especialista en TV Movies, es dueño y señor de esta entrega. El hombre guioniza y dirige la película, y no sé si por eso o por cualquier otra cosa, al espectador le es difícil diferenciar el guión de la dirección en muchas ocasiones. Da la impresión de que hay cosas escritas sobre la marcha y que no acaban de encajar del todo, pero tampoco nada escandalosamente malo. Lo mejor, para mi gusto, de esta quinta secuela, es que 'Jason' se pasa al lado cómico. Habrá quien diga que ha perdido su encanto y que es una caricatura de lo que fue, y tendrá razón, pero como a mí no me gusta lo que era, pues agradezco el cambio. De repente, lo que era bufonada involuntaria se transforma en ligera comicidad (no tan ligera en algunos casos) bien propuesta. 'Jason' deja de ser un aburrido psicópata con ingenio para matar y se convierte en un tipo graciosete con muy mala leche. A mí me gusta más así.

Thom Mathews se convierte en el tercer actor que encarna a 'Tommy'. Mantener al que fuera niño majareta ayuda mucho a seguir una historia que no es complicada, pero que solo con 'Jason' no se mantiene. Mathews está tocando el suficiente, pero no lo alcanza. Por primera vez el slasher no es tan evidente, y 'Jason' amplía su círculo social, con lo que actores más veteranos, como por ejemplo David Kagen, pueden entrar en pantalla y tener papeles de relativa importancia. Kagen cumple con creces, siendo de los mejores, solo por detrás de un Tony Goldwin que aparece un par de minutos. En el plano femenino, tenemos a Jennifer Cooke, que si bien no es la protagonista principal, tampoco lo es menos que Mathews. Como actriz la chica es bastante flojilla, sinceramente.

Resumiendo, que es gerundio: la sexta parte de Viernes 13 se convierte en una parodia de sí misma y, si bien no es mejor que la segunda y la quinta, sí que es más entretenida que las demás. Aunque la dirección de McLoughlin se empeña en poner muchas piedras en el camino, como los constantes saltos de eje o la imprecisa cámara que desconcentra al espectador, sabe poner el punto humorístico a una película que, sin risas, podria haber sido infumable.