El cambiazo es la enésima película en la que dos personas intercambian sus cuerpos y se ven obligados a vivir el uno la vida del otro. Un argumento demasiado desgastado a estas alturas que sobrevive gracias al gran nivel de sus dos protagonistas.

David Dobkin, director de dudosa calidad que ha dirigido solamente películas mediocres, se pone a los mandos de una película escrita por Scott Moore y Jon Lucas. El guion es flojo en prácticamente todo y echa mano de situaciones vistas millones de veces. Si el punto de partida es en sí mismo un cliché, lo que vamos viendo en pantalla es una sucesión interminable de refritos con un humor muy por debajo de lo que se podría esperar. No digo, ni mucho menos, que sea peor que otras comedias "pasarratos", pero teniendo en cuenta el reparto con el que cuenta, podría haber sido graciosa sin tener que recurrir a tanto "caca culo pedo pis", a pesar de que a mí, personalmente, no es un humor que me disguste. El cambiazo sigue un camino que el espectador conoce desde que empieza la película y Dobkin esquiva de forma evidente cualquier complicación sin preocuparse en ningún momento de que el espectador pueda considerar eso como una falta de recursos.

Jason Bateman y Ryan Reynolds salvan a la película de caer en el cajón de los ñordos cinéfilos. Bateman está a un nivel espectacular, primero como hombre serio y después "poseído" por la mente de su compañero, lo que significa mucho más campo para lucirse, aunque sea a base de un humor requemado. Ryan Reynolds, por su parte, hace también un trabajo estupendo y en el papel "serio" que debe afrontar durante gran parte de la película está realmente bien, invadido por un repentino ataque de sentido común que le hace cambiar (como a su compañero) totalmente su registro. Las secundarias principals son la fantástica Leslie Mann y la preciosa Olivia Wilde, que une una gran capacidad interpretativa a sus otros (visibles) atributos.

Resumiendo, que es gerundio: El cambiazo es una película que se mantiene a flote gracias a Bateman y a Reynolds, que forman una fabulosa pareja en pantalla. También ayudan, a su manera, dos secundarias de lujo como Olivia Wilde y Leslie Mann. La putada es que sin esos cuatro nombres (y a dos gigantes con poco tiempo en pantalla como Alan Arkin y Gregory Itzin), la película sería un absoluto desastre porque el guion no innova y su director, lejos de mejorar eso, lo que hace es entorpecer el producto todavía más, convirtiéndolo en una película de usar y tirar.