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España España · L'Olleria ( Valencia )
Voto de Grijander:
2
Terror Después de trasladarse a una gran mansión en Long Island (Nueva York), una familia es testigo de hechos sobrenaturales provocados por espíritus malignos que intentan dominar la casa y deshacerse de sus habitantes. Uno de ellos posee al hijo de la familia y lo obliga a cometer asesinatos. Un cura experto en exorcismos tratará de liberarlo de este tormento. (FILMAFFINITY)
24 de julio de 2013
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La posesión es la segunda película de la longeva saga de películas basada en los hechos de la famosa casa de Amityville y es, además, un ejemplo magnífico de todo lo que no se debe hacer con este tipo de películas.

Damiano Damiani fue un director italiano al que conocía de oídas y desde hoy dudo que vuelva a querer ver algún trabajo suyo. Damiani hace su primera y última incursión en las américas dirigiento Amityville 2. Su trabajo es... esto... cómo decirlo... ¿una puta mierda? Sí, creo que he conseguido no ser demasiado duro. Pues bueno, el hombre da a entender, al menos para los que no hemos visto más trabajos suyos, que tiene tanto gusto a la hora de hacer cine como un caballo a la hora de hacer calceta. Vista la temática de su filmografía tal vez sea precipitado decir eso sin haberme adentrado en su mundo, pero lo que sí puedo decir sin miedo a pisarme los dedos es que el pobre hombre era un negado en el cine de terror. El error en Amityville 2 parte de la base de toda película: el guion, escrito por Tommy Lee Wallace y Dardano Sacchetti, dos personajes que deciden pasarse por el forro de los cojones cualquier parecido con la historia real de la familia DeFeo (la de los horrores de Amityville, a la que cambiaron el nombre para la película por razones legales). Viene siendo que el 90% del guion es pura invención y que solamente se vale de la base de la historia para convertir la película en un homenaje a otro bodrio del cine de terror como es El exorcista 2: El hereje. Ahí parece que la pareja de guionistas encuentra continuidad en el director italiano, que se pone a fliparla con planos que giran sobre sí mismos sin ninguna finalidad, además de tener una percepción del tiempo similar a la que pueda tener cualquier invertebrado, bien sea un caracol o bien un objeto inanimado como, por ejemplo, esos monos tan graciosos de peluche que tocan los platillos.

El reparto es también mandanga de la buena. James Olson y Burt Young son los únicos que se salvan. El segundo empieza como protagonista y el primero acaba en ese mismo rol. Lo de Rutanya Alda es para darles un premio a los encargados del casting, porque o bien esa mujer es una auténtica diosa en el arte de devorar el Calippo o no se entiende qué coño hace ahí, más allá de que siga la que intuyo que fue la única instrucción del director a los actores: "abrid los ojos, estáis muy asombrados. Más. Más. ¡Más asombrados!". La tipa esta, la Rutanya, protagoniza con involuntaria comicidad todas sus apariciones y está cerca de convertir la (ya de por sí graciosa) película en una comedia. Jack Magner, dentro de lo que cabe, está correcto, igual que su "hermana" (follahermana, o lo que sea, seguro que hay algún término moderno para describir esa relación), una Diane Franklin que, por lo menos, entiende a su personaje. A ratos, eso sí.

Resumiendo, que es gerundio: más allá de las faltas de respeto (que justifico diciendo que ver a gente tan poco cualificada haciendo cine me cabrea) que he cometido contra gran parte del equipo, poniéndome serio y educado diré que el error de Amityville 2: La posesión, no es otro que el de dar un enfoque equivocado basado en lo puramente sobrenatural y mostrarnos los sucesos incluso desde el punto de vista del ente maligno que vive en la casa. Ahí, la culpa, es de los productores, tanto si fueron los que quisieron aportar su punro de vista tan personal (algo respetable, pero equivocado en esta ocasión) como si aceptaron que los responsables de guion o dirección inyectaran en vena a la película una sustancia no permitida para conseguir un producto que, de tan dopado que está, no se sostiene por ninguna parte. En plan Poli Díaz.
Grijander
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