No me extraña los elogios recibidos teniendo en cuenta que "Lady Bird" es una oda al esnobismo. Más preocupante me parece que supuestas asociaciones serias, como los Globos de Oro, la premiasen como mejor película de comedia por encima de "Yo, Tonya" o "The Disaster Artist". De coña marinera. Lo mismo con Saoirse Ronan, rostro y figura perfecta para semejante tostón petulante, cuyo trasero ocupó una butaca en los Oscar mientras el de otras muchachas (Bening, Winslet, Lawrence) tuvieron que conformarse con el del sofá de sus mansiones.

La película no tiene gracia, vamos a poner las cartas sobre la mesa, por lo que de comedia nada. Puede catalogarse como gamberra o simpática (a ratos), pero ni divertida ni tampoco excesivamente entretenida, tanto es así que dura hora y media y se me hizo larga, en parte porque posee infinitas escenas que parecen las últimas. Se conoce que Greta Gerwig tenía diez finales y, en vez de quedarse con uno, los puso todos, uno detrás de otro. Un desastre, vamos.

No hay un argumento sólido, ni siquiera una trama como tal. Son escenas sin ton ni son protagonizadas por una adolescente, como casi todas, pesada y voluble que se cree la reina de Saba y, a la vez, se queja de todo porque el mundo está en su contra, aunque la única verdad es que es una chica privilegiada a la que no todo le sale bien. Bienvenida al mundo real. A propósito, reconozco que sus fracasos amorosos son de lo poco que me gustó de "Lady Bird", junto a una currada fotografía y al personaje de la madre, el único divertido y, también, el único que parece real, encarnado por una actriz a la que no había visto antes pero que es de esas que, con sólo dos escenas, demuestra que es de las buenas, de nombre Laurie Metcalf.

El resto de personajes son tópicos andantes que lastran a intérpretes como Lucas Hedges y Timothée Chalamet que, en otras producciones, brillan con luz propia y aquí no son más que tristes bocetos de algo. Lo mismo ocurre con el guión y con todo en general. La película parece un primer esbozo al que le faltan varias vueltas, aunque su supina falta de profundidad jamás la haría ser un producto redondo. Como conclusión, "Lady Bird" es un desatino propio de una dirección con menos talento que vanidad sumado a unas bases poco sólidas a la que la crítica, ávida de churros modernos, la encumbró a los altares y, en consecuencia, creó en torno a ella unas expectativas que no hicieron otra cosa que terminar de matarla.