Lejos queda la Venecia romántica y bellísima de Summertime o la ligeramente misteriosa e idílica de A Room With a View. La Venecia que nos muestra The Comfort of Strangers es laberíntica, claustrofóbica, turbia, curiosa e impertinente. Es continente de personalidades extrañas, como la del personaje interpretado por Christopher Walken, Robert, que parece estar obsesionado con contar la misma historia de cómo su padre era una persona terrible, pero admirable, como si hubiera interiorizado una suerte de narrativa que justifica un orgullo atroz por una misoginia y sexismo que lo convierten en un personaje detestable. Pero esta Venecia también pertenece a los amantes, Colin y Mary, que quieren arreglar su relación y encarrilar una vida compartida.

A simple vista, uno podría pensar que The Comfort of Strangers lo tiene todo para triunfar. Es interesante hasta en su concepción schraderiana, en el sentido de que convierte al god's lonely man del director en un secundario, descentralizado, expectante. Digo que uno podría pensar eso, pero lo que otorga la película es, sorprendentemente, algo totalmente distinto. Se convierte en algo insustancial, inverosímil, que avanza como avanzaría alguien en arenas movedizas. Los diálogos incomodan, y no por voluntad propia, sino por un afán de forzar un ambiente viciado que ya se encuentra de manera orgánica en esa representación de Venecia.

La clara vertiente psicosexual de este filme de Schrader implica volver a lo que el director ya hizo con American Gigolo y Cat People. Sin embargo, a diferencia de estas dos películas, que tampoco son particularmente magníficas, The Comfort of Strangers se cree demasiado su mensaje y acaba convirtiendo lo que podría haber sido una gracia hortera (cosa que tienen las otras dos películas mencionadas) en algo que no termina de cuajar. Y es una lástima, porque la construcción atmosférica y la base de los personajes funciona en teoría, pero la práctica a la que Schrader lleva su concepción corrompe el producto original y lo termina hundiendo en una inmerecida mediocridad.