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El placer de los extraños

Drama. Romance. Intriga Colin y Mary, una pareja inglesa con dudas acerca del futuro de su relación, van de vacaciones a Venecia, donde conocen a Robert, el dueño de un bar que les cuenta historias acerca de su abusivo padre y la humillante venganza que sufrió por parte de sus cuatro hermanas. Aunque Colin y Mary sienten que Robert y su esposa, la elegante y recatada Caroline, son una compañía poco agradable, están inexplicablemente, casi hipnóticamente, ... [+]
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
25 de mayo de 2009
26 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imagínate en Venecia disfrutando con tu amor, uno como nunca creíste alcanzar. Imagínate el relajante disfrute de estar en cuerpo y alma con una pareja con la que te entiendes deliciosamente y con quien aprendes a querer y a ser querido en una nube de placeres continuos. Pues bien, después de gozar de las bondades de este cuento de hadas deberás enfrentarte a uno de los más terribles acosos por tu propia causa, porque no soportas el éxito de tu amoroso enlace, de la belleza de tu pareja y el confort en que descansas, y del tedio pasas a una morbosa ambición y de allí... a la caza y captura de unos simpáticos desconocidos que te sorprenderán por su concepto de placer, su terrorífica manera de complacerse.

El director Paul Schrader esta vez se deja llevar constantemente por el guionista, apenas interviene con sus manías moralistas con las que se ha cargado más de una película. El maestro Pinter esgrime su talento como autor de teatro bien aunado con el de guionista: ricos personajes, diálogos breves, precisos, situaciones en creciente suspense, repetición precisa de determinadas frases... en una ciudad hermosa y terrible como las propias emociones que dominan a los gentiles y monstruosos señores...

Una de las mejores películas de Walken formando pareja con la siempre extraordinaria Helen Mirren. Natasha Richardson, sublime, tan confortable en su embriagadora sensualidad. Rupert Everett defiende bien el papel de ingenuo ambicioso que se mete en la boca del lobo.

Este es el cine de terror que de verdad te corta la respiración. No porque temas que se cruce en tu camino un psicótico empuñando un puñal, sino porque un tipo simpático y aparentemente generoso es portador de tormentos que arruinarán tu vida.
horacio
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22 de diciembre de 2006
30 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
El aclamado guionista Paul Schrader, responsable de films como Taxi Driver (1976) o Toro Salvaje (1980), dirige una historia regida por el afán melancólico del sentimiento amoroso; la influencia del tedio como elemento distorsionador en las relaciones de pareja define el itinerario narrativo de la película, cuyo guión, firmado por el Nobel de Literatura de 2005, Harold Pinter, aborda, de manera indefectible, el proceso de destrucción de los lazos emocionales, de las conexiones afectivas.
La ambigua pugna entre Christopher Walken y Rupert Everett, con la complicidad de sus respectivos cónyuges, deriva en una interdependencia que alcanza límites enfermizos; una atmósfera asfixiante, descrita por la Venecia decadente ya esbozada por la pluma Thomas Mann y la cámara de Luchino Visconti, influye en el proceder vital de sus componentes, inmersos en una porfía inútil en pos de la felicidad.
La soledad individual y el distanciamiento al que se ven abocados cada uno de los personajes definen la idiosincrasia del género humano: la percepción pesimista, taciturno, del entorno como pauta común de comportamiento, eclipsa todo atisbo de esperanza.
Solal
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5 de noviembre de 2011
28 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si la película es fiel a la novela o no, pero desde luego, lo que sí parece es teatro filmado, a pesar de los exteriores. Una pareja joven, de la que no conocemos nada, pasea por Venecia su aburrimiento y su falta de amor, ¿por qué el desamor? Lo sabrán el director y el guionista, pero no tienen a bien contárnoslo (o será que todos somos muy cool y no hace falta descender a detalles mundanos). No hay tensión, no hay intriga, no hay nada. Un día se encuentran con un tipo (Walken), y su señora (Mirren), de los cuales tampoco se nos cuenta nada; a pesar del título del film y de algunos desnudos de estudio, hay menos tensión sexual entre los cuatro y entre los respectivos miembros de las parejas que entre los Teletubbies. La típica película de pareja de ingleses que no se soporta y se va al extranjero a aburrirse y se encuentra, como no, con otra pareja idéntica, y son todos muy callados y educados hasta que, de repente y sin venir a cuento empiezan a tirarse los trastos a la cabeza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Klara
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11 de julio de 2009
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Comfort of strangers traducida en Editorial Anagrama como El placer del viajero es el libro de Ian McEwan, publicado en 1981, que fue tomado como base para que sobre ella Pinter y Schrader construyan este interesante film... hay que decir, que sigue con fidelidad la obra original!!!
La novela transcurre en Venecia, aunque su autor jamas comete la inelegancia de describir la ciudad... Y, es interesante lo que Schrader y Pinter construyen con esa ciudad que sin duda , aparte del clima de romanticismo que se le ha dado es evidentemente siniestra.
En esa ciudad laberíntica los visitantes se pierden...en sus calles y también en sus relaciones
eróticas y constatamos que, en última instancia, la violencia sadomasoquista es el nexo del deseo sexual.
Dos parejas, la de los mayores superan la posibilidad del tedio una vez terminada la pasion de los comienzos, a partir de una especie de vampirización sublimada...
Un relato realmente turbador y bien manejado.
Aliciux
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4 de febrero de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El nombre de Paul Schrader siempre ha estado ligado de un modo estrecho y un tanto personal a esa otra América encarnada por individuos de una cierta marginalidad, desamparados de todo tipo que encontrarían en Travis Bickle una suerte de sello fundacional a través de la pluma del popular guionista, condición que se prolongaría tanto a través de personajes —esos obreros interpretados por Kotto, Keitel y Pryor en Blue Collar, el protagonista de American Gigolo, la Patty Hearst a quien dio vida Natasha Richardson…— como de escenarios —los barrios suburbiales recorridos por George C. Scott en Hardcore: un mundo oculto, las interioridades lejanas al glamour de la victoria en Toro salvaje…—, y que obtendría así una suerte de reverso entre apariencia y realidad. Un hecho, un carácter que precisamente queda superpuesto ante los primeros compases de uno de los títulos más fascinantes —y alejados, en un principio, de su naturaleza como creador— de la filmografía de Schrader, paradójicamente lejos de su faceta como escritor —el guión sería obra de Harold Pinter, tomando como base la obra homónima de Ian McEwan—, pero finalmente mucho más próximo a algunas de las obsesiones desarrolladas por el de Michigan a lo largo de su carrera.

El vaivén de una cámara que nos descubre de forma sinuosa las entrañas del hogar habitado por esa segura voz que prácticamente vertebrará el relato —la de un asombroso Christopher Walken en el papel de Robert—, nos traslada a un terreno lejano al Schrader en escencia. Venecia, la ciudad del amor y el romance, el último rincón donde uno buscaría al autor de Aflicción y, sin embargo, el lugar idóneo para marcar una extraña dicotomía entre amor, fatalidad y su disgregación, algo que ya se había atrevido —por el film desarrollado y su precedente— a abordar años antes con aquel personal remake de La mujer pantera —donde la Kinski centraba todas las miradas—, y que en esta ocasión tomaba sendas incluso más turbadoras que en El beso de la pantera, en especial teniendo en cuenta la raigambre genérica de la segunda.

El periplo elegido y reiterado —hecho en el que se hace hincapié, como contrastando la apatía aparentemente vivida con el romance de la ciudad italiana— por una pareja británica, y sus inseguridades (las de ella), hastío (que parece afectarle a él en más de una faceta) y hasta desorientación, dan paso a una crónica tan extrañamente lírica como desconcertante: de ese desencanto inicial, a una suerte de influjo prácticamente inducido por esa pareja a la que se enfrentarán de modo nada fortuito, El placer de los extraños arranca un inquietante texto del que se desprenden algo más que filias y principios un tanto enfermizos —especialmente los expuestos sin rubor por Robert—, y que termina por desembocar en una descomposición casi repulsiva en cierto modo, pero al fin y al cabo transigida debido a ese fascinante halo que envuelve el sorprendente discurso del personaje interpretado por Walken. La encantadora e idílica población italiana, es rebasada por el imponente magnetismo de un individuo que no admite réplica, y termina mostrándose tan tajante como los recovecos de una relación, la suya, que traspasó ya hace tiempo sus propios lindes.

Schrader se siente cómodo ante un libreto que en realidad no requiere variaciones —más allá de si las admite o no las admite— o apuntes de ningún tipo, y ante tal atributo potencia una atmósfera capaz de alcanzar su auge en el extasiado renacer de la relación, tanto amorosa como sexual, de Colin y Mary, donde una extraña irrealidad —aquella que no deja de poblar la obra y, de tanto en tanto, la arbitrariedad (o no) de algunas acciones de Robert— termina por teñir incluso unos arrebatados textos. Hecho reforzado, más allá de por la misma complejidad de una relación agotada de antemano, por la soberbia composición de Natasha Richardson que termina siendo, en definitiva, la única capaz de hacer frente al imponente rol de un Walken inconmensurable.

El placer de los extraños, acompañada por una banda sonora exquisita de Badalamenti, no es sino un Schrader que se sentiría complementario si no fuese por la fuerza de sus líneas y el tesón de sus imágenes. La complejidad del amor (y desamor) da paso a un film tan perturbador y (en cierto modo) enfermizo como repleto de ímpetu y desenfrenado en su búsqueda de una definición siempre tan imperfecta y desconcertante como lo que representa el film en sí: el deseo en toda su extensión; inentendible, irreconciliable.


Crítica para www.cinemaldito.com
@CineMaldito
Grandine
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