Cine comercial digerible y honesto donde la tecnología digital contribuye a veraces actuaciones en los simios y respeta argumentalmente a su progenitora, la magistral obra de Franklyn J. SChaffner. El verdadero protagonista es Caesar que, aunque se trata del inefable Andy Serkis digitalizado, conforma con sus gestos faciales e intensas miradas una interpretación, por inusual, extraordinaria. Caesar es el amo y señor de un film bien facturado, que comienza y se desarrolla a un ritmo preciso, evolucionando al mismo tiempo que el chimpancé protagonista hacia un espectacular y emotivo clímax final. La cinta deja en la trama ciertos guiños que ensamblan de manera coherente con su predecesora (véase las noticias televisivas y de prensa sobre la pérdida de una nave enviada a Marte o a Caesar pequeño jugando con una figura en sus manos que no desvelaré porque hay gente que no ha visto el clásico con Charlton Heston). La apropiada opción del contagio global como eslabón argumental es brillante para relacionarla con las incógnitas de la original. Destacar en el reparto "humano" a John Lithgow, enfermo de alzheimer, ya que el resto del elenco tan sólo cumple ante la hegemonía de Caesar, que acapara el protagonismo con insultante solidez, consiguiendo absoluta empatía del expectador.