Si bien Welles fue el pionero en La dama de Shanghái, Ray llevó hasta el limite la deconstrucción del noir, empezando por poner a su máximo icono: Humphrey Bogart para que desmote el personaje que lo había vuelto una estrella, dos de sus personajes más conocidos como fueron Sam Spade y Phillip Marlowe, acá se hace una acida critica a esos tipos duros que en ambas historias eran reivindicados por su nobleza y romanticismo, acá no, muestran todo prepotentes, cruel y asfixiante que pueden ser personas con ese tipo de personalidad.
También derriban el mito de la mujer fatal, Laurel no es la perdición de Dixxon, al contrario, es su salvación, pero el carácter de este, su agresividad, sus celos, su soberbia, hacen el vinculo imposible.
Lo peor: no hay que salir con boludeces anacrónicas y entender que fue hace 72 años, pero que a Laurel o se le enciendan las alarmas al saber que el tipo le rompió la nariz a su ex, es como para decirle: amiga, date cuenta.
Lo mejor: la valentía de Bogart de interpretar en el apogeo de su carrera un personaje así, tan riesgoso o solo por lo desagradable sino porque venía a burlarse y criticar ese mito, y reitero que lo hizo estando en el auge, no es que agarró el personaje cuando ya nadie lo convocaba. Se arriesgó en una época que había que tenía coraje para hacerlo.
Que el asesinato sea un Macguffin y a la vez también critiquen eso. Más allá de que Dixxon sea o no culpable del crimen de Mildred, sino la clase de persona que es Dixxon.
Que se burle de Hollywood y reflexione de cómo funciona el sistema.