A veces las superproducciones se venden por sí solas, tienen tanto contenido que mostrar que con sólo transmitirlo de manera correcta ya sobrecoge, pero lo difícil es coger la vida de cualquier jugador de billar e inyectar la sombra que emerge de un perdedor, su comportamiento dentro y fuera de los billares, su camino hacia la nada y su relación con otro caso perdido, un día a día que puede que sea tedioso ver por momentos, pero que va creando tal olor a derrota que se puede ver quien tiene talento hasta para beber wiskhy.
El juego, con sus estrategias, trucos y trampas, como forma de vida, pero sin saber que hacer con la vida, aunque sienta que no puede fallar, sabe que de ese antro para fuera todo falla, todo es errático, y es que da la impresión de que esas partidas las jugaba una sombra, no un humano, la persona sólo emergió en la conversación en el monte... geniales diálogos y detalles de buen cine que dan que pensar en la vida de cada uno, en lo que hacemos o queremos hacer con ella, en lo que tenemos y en lo que necesitamos, en lo que controlamos y en lo que nos engañamos.