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Voto de floïd blue:
1
6,9
8.651
Comedia. Drama. Romance
Antonine (Jean Rochefort) ha crecido con una secreta pasión: casarse con una peluquera. Ya en la madurez su deseo se hace realidad: se une en matrimonio a una bellísima peluquera (Anna Galiena). La pareja comparte una felicidad perfecta, y su vida es un idilio permanente tan sólo comparable a un sueño. (FILMAFFINITY)
24 de julio de 2011
24 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad, si deseas cortarte el pelo vete a otra peluquería porque te va a ir mejor. A veces no todo es querer encontrarte con un ambiente de sensualidad embriagador, entre aromas de mujer mezclados con Abrótano Macho y sentir el amor de una pareja surgido del recuerdo de la niñez, o sea, vivir la victoria del deseo más infantil y tontaina sobre el rigor de la vida; es querer también sentirte partícipe de todo ello, sentir que la peluquera se acerca bien mientras hace la faena.
Esta peluquería no tiene nada de nada, en todo caso muy poco de lo que parece ofrecer porque no está trabajada y al final no sientes más que lo que ves, poco. Ahora, si luego quieres divagar sobre lo que crees que has visto, eres muy libre. La realidad es que el niño saldría con los ojos como platos y la foto de la teta asomando por el pliegue en su mente y con el tiempo le gustaría mucho las grandes tetas. Al cliente ya revenido, al final ni le han cortado el pelo.
Nos quieren colar una historia de amor, que no un drama, para que sea el espectador el que la trabaje, que él mismo descubra sus sentimientos entre el erotismo y la belleza para que brinque y se contorsione a su gusto.
Pero no. Sencillamente porque pronto se da cuenta que está entre muermos, con un transcurrir flácido de la historia y un deseo de amor que más bien parece una pareja de tontos a la hora de la siesta.
Esta peluquería no tiene nada de nada, en todo caso muy poco de lo que parece ofrecer porque no está trabajada y al final no sientes más que lo que ves, poco. Ahora, si luego quieres divagar sobre lo que crees que has visto, eres muy libre. La realidad es que el niño saldría con los ojos como platos y la foto de la teta asomando por el pliegue en su mente y con el tiempo le gustaría mucho las grandes tetas. Al cliente ya revenido, al final ni le han cortado el pelo.
Nos quieren colar una historia de amor, que no un drama, para que sea el espectador el que la trabaje, que él mismo descubra sus sentimientos entre el erotismo y la belleza para que brinque y se contorsione a su gusto.
Pero no. Sencillamente porque pronto se da cuenta que está entre muermos, con un transcurrir flácido de la historia y un deseo de amor que más bien parece una pareja de tontos a la hora de la siesta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sus escarceos además terminan siendo un pelín desagradables, sobre todo cuando ella anda cortando el pelo a un cliente al mismo tiempo; eso me suena a pareja de gilipollas dándoselas de listos.
Desde luego el final es una chapuza. La mujer, advirtiendo que el amor puede desinflarse, prefiere extinguirlo. Lo que nos muestra la película no es eso. Lo que vemos claramente es una espantada que le debiera dejar al marido alucinando sin saber de qué va la cosa. Pero claro el marido ni se inmuta porque en realidad está un poco tocado, el pobre. Su infancia fue muy dura. Y es que los bañadores de lana con pompones debería habérselos puesto la cabrona de su madre. Menos mal que contra este tipo de procederes hoy están alerta diversas instituciones en defensa del menor.
Siempre he creído que en Francia, Louis de Funes no tenía rival a la hora de gesticular, pero coño, este tío casi le iguala cuando se pone a bailar; si tuviera gracia, claro.
Desde luego el final es una chapuza. La mujer, advirtiendo que el amor puede desinflarse, prefiere extinguirlo. Lo que nos muestra la película no es eso. Lo que vemos claramente es una espantada que le debiera dejar al marido alucinando sin saber de qué va la cosa. Pero claro el marido ni se inmuta porque en realidad está un poco tocado, el pobre. Su infancia fue muy dura. Y es que los bañadores de lana con pompones debería habérselos puesto la cabrona de su madre. Menos mal que contra este tipo de procederes hoy están alerta diversas instituciones en defensa del menor.
Siempre he creído que en Francia, Louis de Funes no tenía rival a la hora de gesticular, pero coño, este tío casi le iguala cuando se pone a bailar; si tuviera gracia, claro.