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España España · Pasajero 58
Voto de floïd blue:
9
Acción 1933. Durante la época de la Gran Depresión, Chaney, un perdedor solitario, se monta en un tren de carga con dirección a Nueva Orleáns. Una vez allí, intenta ganar dinero de la única manera que sabe: con sus puños. Chaney se acerca a un estafador llamado Speed, y le convence de que puede ayudarle a ganar mucho dinero. (FILMAFFINITY)
21 de mayo de 2018
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un film intimista que tenía ganas de volver a pillar porque no lo recordaba (así ando) y lo he pillado de noche, en el mejor momento, a solas. Ver este film de Walter Hill es revisar lo bueno que se lleva visto, es cómo un cierre de esas películas duras, amargas…, que hacen conjunto de ese mundo que llevas viendo mucho tiempo... en el que siempre aparece un tipo que te sorprende, como Speed (James Coburn), el que se juega a los dados el dinero del mafioso y mantiene el tipo diciéndole a su chica: Vámonos zorra. Adiós caballeros, ha sido un placer jugar con ustedes.

El caso es que quién mejor que Bronson con su mirada triste para acompañar en el silencio de la noche. No hay mejor empiece en pantalla que un mercancías interminable en perspectiva y un hombre asomado por la puerta del vagón. Y si encima es Walter Hill quien te lleva a esos años 30 con los espirituales negros, la depresión, los años de pobreza en EEUU, entras en el mundo de los tiempos duros auténticos, que más te vale que conozcas de esta forma porque de una forma real, no durarías un asalto.

Cuando Chaney (Bronson) mira desde el mercancías el auto con la familia de campesinos emigrando a la ciudad, se reconoce en ellos como si estuviera mirándose en un espejo, se ve de niño, ve a sus padres... Un recuerdo que se aleja. Entonces no valía quedarse en el sitio, había que emigrar. Es lo que tiene la pobreza.

Lo bueno de esta película es lo armoniosa que es. La lucha es espectacular con unos efectos de sonidos exactos que es el fuerte de Walter Hill por lo que llevo visto, precisa la acción, y un devenir medido en todos sus tiempos. No hay exceso de crudeza, no hay repulsión, hay dureza, de la buena.

El luchador es un film para saborear cada secuencia. Puedes hablar con Bronson, aunque no tiene nada que decirte. Te enseña las manos. Vacías. Nada por aquí nada por allá. Hostiazo que te calza. Sí, tiempos duros. Ya no estoy solo. Estás satisfecho. Los que arriesgan le ponen sal a la vida, apuestan por ello, viven con intensidad.

Un film imprescindible para saborear, para entender de esas cosas.
floïd blue
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