Una obra con registros apreciables. Se crea una intriga partiendo de la intranquilidad para llegar a un terror comedido, un terror basado en sacar de contexto lo cotidiano. Cualquier intento de llegar a una conclusión terminará inevitablemente muriendo, pero aun así, me atrevo a aventurar que la clave del buen funcionamiento de la acción se debe a fotografías puntuales y sensaciones que aportan.

-A pesar de la mala elección para el papel protagonista masculino por su falta absoluta de afinidad, no cae ni bien ni mal, la historia está compensada por el resto de actuaciones, en especial la de los niños que cambian de llorar a reír con espeluznante facilidad; no sabes si asustarte o cabrearte...

-Es elogioso también los objetos rústicos y decorativos diseminados en paredes y habitaciones, o lo casuales, que colocan la historia en una normalidad hasta relajante. Ejemplo principal y absoluto es el botellín de Mahou en la barra del bar… Esa cerveza sin terminar en el vaso… aún con su espumita… Remite a las cosas buenas de la vida que no se terminaron por causas ajenas a la voluntad de uno.

-La foto de los niños desnudando una mujer lozana y fresca (respiraba todavía)...

-Y por encima de todo: La condición humana. Al principio llegas y no había nadie... O no veías a nadie. Buscas a la gente para no estar solo y cuando ves a un niño sales detrás, le sigues desesperadamente mientras el cabrón corre para escapar de tu compañía…