Año 1980, Juan y Pedro son dos policías detectives, que son llevados a un pueblo de las marismas del Guadalquivir, para dar algo de luz a la desaparición de dos hermanas, Carmen y Estrella. Cada uno tiene su manera de proceder para intentar dirimir el asunto; uno es más de acudir a terceros mientras que el otro es más directo, más agresivo y menos pertinaz aunque igual de incisivo. Pronto se dan cuenta que en ese pueblo las muchachas jóvenes no encuentran nada de atractivo. Sólo la feria y el aspecto de un muchacho al que dicen ‘El guapo’. Cuentan, de inicio, con unos extraños negativos de los que se han hecho unas fotografías, la descripción de un misterioso coche y vagas especulaciones, de los indígenas del lugar. Entre los que están un cazador sin licencia, una mujer medio pitonisa que se dedica a limpiar pescado y una ignorante guardesa. Van entre pista y pista, colaborando y aprendiendo el uno del otro, entre lo que ven y lo que les va sucediendo. En una población de la España profunda y analfabeta donde la gente, incluso la que interrogan, tiene alguna cosa que ocultar. Y es en ese estrés de continuo descubrimiento de Juan y Pedro donde radica la grandeza de la película, de persecuciones, de hallazgo, de sorpresas.

La historia de Carmen, Estrella y Marina se ve que fue documentada en su tiempo, por una revista de la crónica negra Española, llamada ‘El Caso’, el film nos lo quiere hacer mirar. Al igual de que todo lo sucedido se desarrolla en un marco donde la democracia y por ello los métodos policiales, están en una incipiente adaptación.

Buen cine español, sí señor. De ritmo cómo de los thrillers americanos, salvando la gran diferencia que estamos tratando, un caso, de personas y personajes de los de aquí