Nos encontramos ante una de las mejores actrices del momento (al menos para mí) que seguro que hará una gran carrera actoral. Hablo de Alison Brie, que aquí encarna a una chica que, se podría decir, sufre de muchos trastornos mentales, desde la fobia social hasta la esquizofrenia. Es un rol arriesgado, difícil de interpretar, pero créeme, está actriz lo hace plausible y veraz.
Vemos a una chica de mediana edad que apenas sale de casa si no es para trabajar o ver caballos y a la que le cuesta socializar. Es algo peculiar, por decirlo así.
Según avanza la película va teniendo comportamientos muy raros, pero empatizas con ella, quieres entender por qué está así, qué le ha pasado, cuál es el motivo de su comportamiento.
Hasta que llega la escena del cementerio. Si la has visto sabrás a qué me refiero y si no, entenderás cuando la veas que ahí es donde se produce un antes y un después en la película. Dejamos de ver algo interesante, una buena historia de la que esperamos respuestas a muchas preguntas y de repente ¡zas! parece que David Lynch ha llegado al set de rodaje y ha dicho: ¡Dejadme a mí que ya la acabo yo!
Se le ha ido la olla completamente al director y no entiendo por qué, bueno, más bien diría que al guionista, ya que esas escenas oníricas están muy logradas. No había ninguna necesidad de fastidiarlo todo así. Estábamos siguiendo una muy buena historia y de repente es como si se pusieran a jugar con la mente del espectador. Ya no sabes ni qué estás viendo, te pierdes como es lógico. Así que si quieres verla prepárate, que vienen muchas curvas.