La historia de Slawomir Rawicz -verdadera, falsa o mitad y mitad, que eso a nuestros efectos es irrelevante- ofrece materia épica abundante y era de esperar que el sr. Weir, perro viejo en esto de las películas de éxito, nos presentara un producto perfecto agradablemente empaquetado.

Dios me libre de caer en la pedantería, pero en mi humilde opinión no ha sido así. El arranque resulta acartonado, el desarrollo es reiterativo -¡qué mal resuelta y qué inverosímil resulta la caminata por el desierto de Gobi!- y el final precipitado.

Hay, claro está, muchas cosas buenas en la película: los paisajes, algunas escenas en el Gulag y en el bosque, Ed Harris... Así que, amigo filmaffinitista, no perderás tu dinero o tu tiempo si visionas el filme. Pero no, no es necesario que corras a verlo.