Sorprende, al enfrentarse a este film, la generosidad de medios con que se rodó. Magníficas actrices, las primeras damas de la interpretación del momento, magnífica fotografía (no en vano Agostini es uno de los maestros de la luz francesa), excelente decoración, y sobre todo, magnífica ambientación. A todo eso, ha de añadírsele que se rodó en CinemaScope (bueno, en un sistema similar de los muchos que entonces se pantentaban: el dyaliscope) -por cierto, que la edición española lo mutila-, y tendrán una película mimada que, sin ser de las que no reparan en gastos, tampoco limita su derroche de medios.
El resultado podría ser mejor, pues se nota que Agostini es un novato cuyo talento estaba en la luz y todavía no controlaba los tiempos narrativos que esta historia requería, pero no obstante, la fuerza del relato hace avanzar con convicción la historia.
No obstante, y en parte debido al texto de Bornanos en que se basa el film, su último tercio se desmorona. Es cierto que es el terror de Robespierre lo que refleja este film, pero también es cierto que el fanatismo de las religiosas también está retratado tan impúdicamente que produce cierto sonrojo verla en pleno siglo XXI y considerar siquiera útil su "entrega".
Films como este hoy quedan como un vestigio. Como una muestra de museo de tiempos pretéritos. Pero seamos vigilantes... a ojos de fanáticos religiosos puede hacer mucho daño.