Habrá a quien la Turner le parecería una sex-symbol, que lo sería, no lo niego, aunque a mí no me dice mucho. En su favor hay que reconocer que se veía una chica bastante natural y que lucía su cuerpo sin cirugía estética.
Yo me decanto más por William Hurt en sus años mozos, sin lanzar cohetes.
Kasdan evoca a los densos y tórridos argumentos de escritores que situaban sus obras en los estados sureños en pleno verano. Elegir dicha estación no debía de ser casual. Quizás porque es el clima propicio para liberarse de casi todas las prendas y desatar pasiones. El viento caliente y la carne firme brillante de sudor tienen una cualidad que invita a la lasitud moral. Las noches demasiado cálidas alientan el insomnio; las sábanas pegajosas y el colchón húmedo animan a trasnochar y salir buscando un poco de frescor y, de paso, unas copas muy frías y escarceos veraniegos, con una considerable superficie de piel a la vista, con lo cual los cuerpos muestran su rotundidad mucho más explícitamente que en invierno.
Las camisas pegadas a un torso bien modelado no repelen; las faldas de tela ligera insinúan las curvas que hay debajo. Y los pantalones cortos y ceñidos tapan apenas lo justo.
Qué mejor escenario que Florida, influenciada por las calurosas corrientes del cercano Caribe.
También Kasdan se ha esmerado en incluir secundarios que dan bastante peso al total y que establecen un marco creíble construido alrededor de Ned Racine, un abogado corriente y moliente que arrastra un tropiezo en su carrera.
La presencia del sexo es intensa; la trama está meticulosamente construida... Entonces, ¿qué falla? Será que bajo su cuidada composición no me ofrece un producto especialmente interesante ni emocionante. No me involucro tanto como para casi olvidarme de respirar. Sigo viendo los márgenes de mi televisor, me salgo a ratos de lo que me están contando y, por debajo de la apariencia abrasadora y algo pasada de vueltas, sigue siendo un thriller que calienta poco más allá de los límites de la pantalla.