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Voto de travis braddock:
7
6,0
2.262
Drama. Comedia
Es la historia de dos mujeres, amigas de la infancia. Las dos se casan y una tiene un bebé. Al poco tiempo, la madre enferma gravemente, le hace prometer a su amiga que cuidará del bebé y a su marido. Después de su muerte, la amiga decide ir a visitar al padre y al bebé, pero le espera una tremenda sorpresa. (FILMAFFINITY)
21 de mayo de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
François Ozon comenzó su carrera a finales de los 90 como uno de los “enfants terribles” del cine francés con filmes que buscaban transgredir los géneros a los que inicialmente pertenecían. ‘Sitcom’, su debut, empezaba como una comedia televisiva para todos los públicos y terminaba de una manera poco familiar y bastante bizarra. ‘Amantes criminales’ era una curiosa puesta al día del cuento de Hansel y Gretel y ‘Swimming Pool’ o ‘En la casa’ jugaban con los códigos del thriller y la creación literaria. Autor de una prolífica carrera (casi todos los años estrena alguna película), el tono de fábula está siempre presente en la obra de Ozon, con unos personajes que viven en un mundo propio y que toman decisiones que no tienen muy en cuenta los principios de lo socialmente aceptado o lo políticamente correcto. Por ejemplo, si en ‘Joven y bonita’ una joven decidía prostituirse por decisión propia, como forma de exploración vital, en ‘Una nueva amiga’, un hombre decide explorar su lado femenino al perder a su mujer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Con una historia como ésta, ‘Una buena amiga’ podría haber sido una comedia petarda o un drama romántico, pero François Ozon mantiene un fino equilibrio entre ambos registros y evita que la trama se le vaya de las manos hacia terrenos más exagerados. Porque lo cierto es que hay un soterrado humor negro en la peripecia de ese David que se siente más cómodo siendo Virginia y esa Claire que nunca había sentido un especial interés por David y que empieza a sentirse atraída por Virginia, pero el narrador no pierde la capacidad de mostrar ternura por ambos personajes y hacer que el público sienta simpatía por ellos. Algo que queda patente cuando a los pocos minutos de metraje descubrimos de la mano de Claire el travestismo de David y lo hacemos con esa mezcla de ridículo y perplejidad que experimenta ella, entre la risa y la comprensión de sus motivos.
Ozon se ha inspirado en un relato de la escritora británica Ruth Rendell, influido por el sentido hitchconiano de la persona que vuelve a la vida cuando otra se pone sus ropas. Si en ‘Rebeca’, ‘Vértigo’ o ‘Psicosis’, el mago del suspense hablaba de la presencia del espíritu de personas fallecidas en aquellas que tomaban su apariencia externa, Ozon hace que su protagonista empiece a desarrollar sentimientos por el marido de su amiga muerta cuando le descubre con los vestidos de ella. Claire siempre quiso mucho a su amiga, pero como se explica en el excelente prólogo del filme, ese amor amistoso quizá escondía otro tipo de sentimiento, algo que ella misma vuelve a experimentar cuando David empieza a mostrarse como Virginia y Claire empieza a sentir cariño por una persona a la que envidiaba por haberle arrebatado a su mejor amiga.
Y no será Claire la única que se vea conmovida por la decisión de David, pues el propio protagonista se da cuenta de que es posible que su lugar en el mundo esté en ser mujer, al sentirse más liberado y seguro de sí mismo con vestidos, peluca y tacones. A él siempre le han atraído sexualmente las mujeres, pero desde pequeño ya fantaseaba con cambiar su apariencia cuando se ponía las prendas de su madre. Y vestido de mujer le gusta más a su propia hija pequeña, que llora menos cuando ve a Virginia, del mismo modo que Claire disfruta más con Virginia, con la que va de compras y sale de fiesta. Romain Duris y Anaïs Demoustier rayan a muy buen altura y muestran la química necesaria en los papeles de ese hombre de personalidad atribulada y esa mujer que busca en él las huellas de su amiga fallecida. Ambos son las puntas de lanza de un curioso cuento que muestra cómo muchas veces la vida se acaba abriendo camino a través de las convenciones sociales. Un cuento que podría tener como moraleja aquella frase de Simone de Beauvoir, que aseguraba que no se nace mujer, sino que se llega a serlo.
Ozon se ha inspirado en un relato de la escritora británica Ruth Rendell, influido por el sentido hitchconiano de la persona que vuelve a la vida cuando otra se pone sus ropas. Si en ‘Rebeca’, ‘Vértigo’ o ‘Psicosis’, el mago del suspense hablaba de la presencia del espíritu de personas fallecidas en aquellas que tomaban su apariencia externa, Ozon hace que su protagonista empiece a desarrollar sentimientos por el marido de su amiga muerta cuando le descubre con los vestidos de ella. Claire siempre quiso mucho a su amiga, pero como se explica en el excelente prólogo del filme, ese amor amistoso quizá escondía otro tipo de sentimiento, algo que ella misma vuelve a experimentar cuando David empieza a mostrarse como Virginia y Claire empieza a sentir cariño por una persona a la que envidiaba por haberle arrebatado a su mejor amiga.
Y no será Claire la única que se vea conmovida por la decisión de David, pues el propio protagonista se da cuenta de que es posible que su lugar en el mundo esté en ser mujer, al sentirse más liberado y seguro de sí mismo con vestidos, peluca y tacones. A él siempre le han atraído sexualmente las mujeres, pero desde pequeño ya fantaseaba con cambiar su apariencia cuando se ponía las prendas de su madre. Y vestido de mujer le gusta más a su propia hija pequeña, que llora menos cuando ve a Virginia, del mismo modo que Claire disfruta más con Virginia, con la que va de compras y sale de fiesta. Romain Duris y Anaïs Demoustier rayan a muy buen altura y muestran la química necesaria en los papeles de ese hombre de personalidad atribulada y esa mujer que busca en él las huellas de su amiga fallecida. Ambos son las puntas de lanza de un curioso cuento que muestra cómo muchas veces la vida se acaba abriendo camino a través de las convenciones sociales. Un cuento que podría tener como moraleja aquella frase de Simone de Beauvoir, que aseguraba que no se nace mujer, sino que se llega a serlo.