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Voto de Gunnar Hansen:
8
Terror. Intriga. Thriller A mediados de los años treinta, dos hermanos gemelos viven con su familia en el campo. Son muy diferentes entre sí, aunque pasan mucho tiempo juntos. De repente, empiezan a ocurrir extraños sucesos en la granja donde viven y sus alrededores. (FILMAFFINITY)
1 de febrero de 2010
33 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
La década de los 70, en consonancia con su predecesora, supone una etapa de profunda crisis económica, política y moral en Estados Unidos. El malestar social (heredado de los 60 y acrecentado en los 70), la dislocación de los valores tradicionales, la oscuridad que se vislumbra en el panorama económico y laboral usamericano… se reflejan, de una u otra manera, en gran parte del cine de terror que nos lega el país anglosajón. En dicho ambiente de decaimiento, de desesperanza y frustración, ¿qué mejor expresión para vehicular los temores, inquietudes y miedos de una sociedad en descomposición que el género cinematográfico del terror?

Así, desde los 60, se empieza a gestar el llamado gótico americano, una nueva concepción del fantástico-terrorífico donde las fobias y angustias del ciudadano medio norteamericano, urbanita-capitalista, se materializan en imágenes y nuevos planteamientos, tanto estético-formales como argumentales. Surge una novedosa tipología de cine que pone en tela de juicio instituciones (familia, estado, religión…), roles, y, en definitiva, el stablishment socio-político imperante. Firmemente anclado a la realidad, con un verismo descorazonador y apabullante, el gótico americano muestra un nuevo cine, aterrador, que supuso dos décadas doradas para este vilipendiado género.

El Otro es un excelente ejemplo. Mulligan borda una brillante obra repleta de profundidad psicológica, película de gran destreza argumental y una excelente técnica visual. Narrada desde el punto de vista de un niño, la trama nos arrastra a su mundo esquizoide en el que, desdoblado, el infante distorsiona la realidad con terribles consecuencias. La niñez, la familia, la tradición… se desectructuran en esta obra, descomponiendo los pilares de seguridad que dichos fenómenos representan y quebrando los cánones tradicionalmente aceptados.

El ambiente campestre, idílico paisaje, se torna amenaza hostil con sus casas de tejados puntiagudos, su fosilizado modo de vida y sus arcaicas convenciones sociales. Oprime y aísla a los personajes en un claustrofóbico hermetismo, los aleja del mundo y engendra el escenario propicio que Mulligan persigue: una sociedad cerrada en sí misma, ajena al discurrir del mundo moderno y contexto adecuado para el desarrollo de la acción y los personajes.

Lo mismo que con este transfondo rural que define el aislamiento y soledad en la película, ocurre con su principal protagonista, un hermoso niño de angelical rostro, que, tras dicho engañoso aspecto, oculta la maldad. Bajo la beldad y los adorables modales del infante, pulsa un oscuro hálito, una torcida psique que rompe con la imagen tradicional de los impúberes como iconos de inocencia y bondad natural.

En definitiva, una película que consigue inquietar y, aunque a día de hoy el final se huele a distancia, en su momento conmocionó por su original planteamiento y su pesimista conclusión, genial y oscuro desenlace que hoy Hollywood no permitiría.
Gótico Americano, sí señor.
Gunnar Hansen
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