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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
10 de junio de 2010
75 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que en el Museo de Arte Moderno de Nueva York se guarde una copia de los negativos de esta obra (así como de La Noche de Los Muertos Vivientes), dice más de ella que todas las críticas que aquí podamos anejar.

Que, tras serias dificultades, triunfase en el festival de Londres, fuese alabada en Cannes y Avoriaz se rindiese ante su potencia visual, es prueba de su cautivadora esencia, ajena al discurrir del tiempo y las modas.

Que más de treinta años después aún haya gente comentando, criticando (para bien o para mal) esta tremenda obra, dice todavía más.

Y que, con más de tres décadas a sus espaldas, la cinta de Hooper siga siendo referencia obligada dentro del terror contemporáneo y uno de los puntales seminales del gótico americano revela más de esta obra de lo que yo pueda aquí escribir.

Aún así y reconociendo estos handicaps, ahí va mi pequeña y humilde tentativa de aportación:

En 1974, un joven gamberro, subversivo, de pelo largo y despeinado se disponía sin saberlo a conmocionar al público y a la crítica con una producción ínfima en cuanto a presupuesto, pero brutal y revolucionaria en cuanto a contenidos y tratamiento formal. Aún no podía saber, aunque sí iba intuyéndolo conforme avanzaba a trompicones la grabación, que tenía algo grande entre manos, un proyecto que iba a causar furor y dejar huella entre la legión de fans que iban adhiriéndose al terror.

Inspirados en la peripatética figura de Ed Gein, Hooper y Henkel escribieron en 15 días el guion. Tras conseguir la exigua financiación para arrancar, se embarcaron en un rodaje demencial. Si bien la idea no es espectacular, el tratamiento documental, al que ayuda el empleo de los 16 mm y su granulado, así como la enrarecida producción visual de Bob Burns elevaron pronto la obra al podio de la bizarría y el terror más descarnado. El verismo que resuda la pantalla no deja impasible ni siquiera al espectador actual, curtido en el gore digital y los efectos más excesivos.

La película de Hooper deja entrever más que enseña, relegando a los márgenes no visibles las partes más horrendas y gráficas. Esto es uno de los mayores aciertos del film ya que, enfebrecida por la malsana ambientación y las sevicias situaciones, la imaginación ofrece peores cuadros de los que el presupuesto hubiera podido mostrar. Los horrísonos berridos de los protagonistas torturados fuera de plano, en insalubres paisajes de pesadilla, el granulado de la película usada y las texturas que esta aporta (casi documental), dotan el total del metraje de un insufrible estado de tensión y de una especial conmoción sensitiva.

Y es que, cuando una obra tiene el impacto visual y conceptual que la Matanza de Texas tuvo, es difícil borrar su huella y recuerdo. A partir de su estreno, censura, polémica e imitación. Siguiendo sus pasos, comenzaron a aflorar desde la serie B, más lustrosa que nuca en aquel entonces, productos similares, copias con menor o mayor acierto.

Hordas de jóvenes descerebrados y sin prejuicios puristas, de aquellos que los cinéfilos gustan hacer gala, encumbraron la película al nivel que hoy ostenta y que, desde entonces, indiscutiblemente ha mantenido. El terror, tal y como hoy lo concebimos, estaba gestándose.

Lo peor, que Hooper cayó desde entonces en un tedio productivo del que aún hoy día no se ha repuesto y, la verdad sea dicha, dudo mucho que pueda escapar a él. Sin embargo, legar esta obra a la historia del cine es suficiente aportación para que este realizador sea nombrado como uno de los pilares del terror contemporáneo.

Recordad, ¡el secreto está en la carne!
7 de enero de 2009
58 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Grande. El debut de Sam Raimi en el cine no podía ser mejor. Encuadrada en el más clásico terror y la serie B, con ribetes de Lovecraft que harán las delicias de todo aficionado que se precie, Evil Dead trajo diversión a raudales y, en su momento, revolvió más de un estómago. Raimi, posteriormente perdido en el Hollywood más comercial, supo con cuatro duros y mucho ingenio rodar una pequeña joyita, artesanal (como el presupuesto y el momento histórico demandaban) y llena de típicos pero efectistas sobresaltos, gore y diversión. Vista ahora por las nuevas generaciones hijas de lo digital, la encontrarán pobre y cutre, pero para los veteranos curtidos en mil lizas y otros tantos campos de batalla, Evil Dead supuso un antes y un después, una revolución en el terror con grandes dosis de gore e ingenio, esquema repetido a posteriori hasta la saciedad. Lo dicho, grande.
14 de marzo de 2009
50 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Odiada, perseguida, censurada, prohibida... Nekromantik, salpicada de polémica, es una enfermiza producción sobre necrofilia. Un acercamiento visceral y macabro, sin adornos y en primer plano, a una de las más oscuras y denostadas filias que el ser humano ha sido capaz de tener: follar con cadáveres.

Lenta, asfixiante, casi documental, cargada de pesimismo romántico alemán, Nekromantik se arrastra, interminable, por nuestra pantalla. La preña de snuff postmortem, plano a plano, secuencias que se hacen eternas. Te preguntas qué haces viendo esto, pero no dejas de mirar, asombrado, morbosamente interesado en lo que dará de sí el siguiente plano. Fluidos viscosos, abrazos muertos, cuencas vacías, chupetones ásperos y vaselina deambulan de manera nihilista por el film asaltando nuestras retinas. El cerebro, incrédulo, se resiste a actuar. La vi entera. Una veta de fascinación viciada y vacío existencial cruzan toda la obra, nos muestra la muerte desnuda, lúbrica. Algún instinto atávico, anclado en nuestros genes más recónditos y sepultados por la moral, nos impulsa (a algunos, por lo menos) a mirar.

Buttgereit, no contento con el revuelo que armó con esta perturbadora obra, rodaría años más tarde y con algo más presupuesto una segunda parte que, si has conseguido terminar la presente, puede resultarte interesante. Más cuerpos muertos, más sexo, más dolor visual y frío detallismo para una saga no apta para confesar que has visto.
7 de noviembre de 2008
40 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Difícil se me hace poner un 10 a una serie, pero una nota inferior a esta cifra no haría justicia a semejante obra. La HBO siempre ha brillado por la calidad de sus producciones y pocas apuestas de esta cadena han bajado de ser interesantes cuando menos. Los Soprano, A dos metros bajo tierra, The Wire, Roma, Carnivale... Mejores o peores, más o menos acertadas, todas mantienen una excelente producción y ambientación así como tienden a un mayor realismo del que exhiben otros productos de este tipo. Deadwood no es la excepción. Todo en esta serie está cuidado al milímetro: Unos actores memorables, una ambientación acertadísima, un guión certero y cautivador, buena dirección... El oeste nunca había sido tan sórdido, violento, sucio y desagradable en ninguna otra película o serie que abordara este género. Las tres temporadas que componen Deadwood son a cual mejor, en un crecendo que lleva desde la llegada del sherif Bullock al pueblo hasta el arribo de un siniestro magnate decidido a enriquecerse aún más a través de todo medio a su alcance. Los personajes van creciendo con la serie, se perfilan y fortalecen conforme cada episodio de 50 minutos concluye ofreciendo nuevas facetas de ellos. Las tramas se diversifican y los intereses que formaron los Estados Unidos como país, perfectamente retratados en esta serie, se van plasmando en forma de avaricia, lujuria y violencia. En este sentido, la serie funciona en dos niveles: como fiel retrato histórico de la génesis de un país, de su idiosincracia violenta y despiadamente capitalista, así como un excelente ejercicio de entretenimiento. Desde su fundación, asistimos a la consolidadción de las facciones que aspiran a controlar Deadwood, manipulando las noticias en el único periódico del pueblo, presentando sus hombres de paja en las primeras elecciones democráticas, asesinando opositores, traficando con drogas (opio) y un amplio espectro que define cómo nació el país que ahora se autoproclama paladín de la democracia y la "libertad" aunque aún tiene mucho del momento histórico que tan fidedignamente plasma esta impresionante serie. Lo dicho. De 10.
1 de febrero de 2010
39 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
La década de los 70, en consonancia con su predecesora, supone una etapa de profunda crisis económica, política y moral en Estados Unidos. El malestar social (heredado de los 60 y acrecentado en los 70), la dislocación de los valores tradicionales, la oscuridad que se vislumbra en el panorama económico y laboral usamericano… se reflejan, de una u otra manera, en gran parte del cine de terror que nos lega el país anglosajón. En dicho ambiente de decaimiento, de desesperanza y frustración, ¿qué mejor expresión para vehicular los temores, inquietudes y miedos de una sociedad en descomposición que el género cinematográfico del terror?

Así, desde los 60, se empieza a gestar el llamado gótico americano, una nueva concepción del fantástico-terrorífico donde las fobias y angustias del ciudadano medio norteamericano, urbanita-capitalista, se materializan en imágenes y nuevos planteamientos, tanto estético-formales como argumentales. Surge una novedosa tipología de cine que pone en tela de juicio instituciones (familia, estado, religión…), roles, y, en definitiva, el stablishment socio-político imperante. Firmemente anclado a la realidad, con un verismo descorazonador y apabullante, el gótico americano muestra un nuevo cine, aterrador, que supuso dos décadas doradas para este vilipendiado género.

El Otro es un excelente ejemplo. Mulligan borda una brillante obra repleta de profundidad psicológica, película de gran destreza argumental y una excelente técnica visual. Narrada desde el punto de vista de un niño, la trama nos arrastra a su mundo esquizoide en el que, desdoblado, el infante distorsiona la realidad con terribles consecuencias. La niñez, la familia, la tradición… se desectructuran en esta obra, descomponiendo los pilares de seguridad que dichos fenómenos representan y quebrando los cánones tradicionalmente aceptados.

El ambiente campestre, idílico paisaje, se torna amenaza hostil con sus casas de tejados puntiagudos, su fosilizado modo de vida y sus arcaicas convenciones sociales. Oprime y aísla a los personajes en un claustrofóbico hermetismo, los aleja del mundo y engendra el escenario propicio que Mulligan persigue: una sociedad cerrada en sí misma, ajena al discurrir del mundo moderno y contexto adecuado para el desarrollo de la acción y los personajes.

Lo mismo que con este transfondo rural que define el aislamiento y soledad en la película, ocurre con su principal protagonista, un hermoso niño de angelical rostro, que, tras dicho engañoso aspecto, oculta la maldad. Bajo la beldad y los adorables modales del infante, pulsa un oscuro hálito, una torcida psique que rompe con la imagen tradicional de los impúberes como iconos de inocencia y bondad natural.

En definitiva, una película que consigue inquietar y, aunque a día de hoy el final se huele a distancia, en su momento conmocionó por su original planteamiento y su pesimista conclusión, genial y oscuro desenlace que hoy Hollywood no permitiría.
Gótico Americano, sí señor.
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