Película pausada, despacito y con buena letra. Tom Hooper tenía media batalla ganada desde que eligió con acierto un triunvirato más que capacitado para llevar todo a buen puerto. Colin Firth está impecable como un moderno Claudio, un tartamudo duque de York a quien los devaneos de su hermano Eduardo VIII lo obligan a aceptar una Corona que estaría capacitado para llevar por educación, pero con el gravísimo problema de no poder hacer oratorias en público.

Un genial Geoffrey Rush presta su acento (el doblaje en castellano es muy bueno, la versión original directamente una delicia) para encarnar al logopeda que le trató con sus heterodoxos mérotos, mientras que esa actriz tan peculiar pero de innegable talento que es Helena Bonham Carter da el soporte de la esposa del protagonista.

El resto del elenco acompaña, toda una primera espada como Derek Jacobi es el arzobispo, lo cual da una idea de lo medido que ha estado el casting. Como bien resalta Maldito Bastardo, con un presupuesto que no era para tirar cohetes, esta speech regia (no se preocupen, sin tener sentimientos monárquicos también puede gustar) funciona con una solvencia envidiable.

Se le echa en falta un poquito de riesgo, aunque tiene momentos para la reflexión ("No sé qué dice... pero lo está diciendo muy bien"), junto con un duelo de actores de categoría envidiable. Mi cancha, mis reglas.

Un cuento de hagas, pero de vez en cuando también hay que ser un poquito Capra.