"Ocho apellidos vascos" estuvo en el momento adecuado y en el sitio oportuno. No es poca y subestimable habilidad, acompañada de esa dosis de buena suerte que acompaña los taquillazos. Un tema que a veces levanta ampollas y crispa a la sociedad se convierte en una comedia ligera y bienintencionada. El gran público, harta de lo arisco de la política en la última década, abraza con fruición este desenfado.

Tal ha sido el olfato de Martínez-Lázaro, Borja Cobeaga y Diego San José, tipos perspicaces que han hecho muy feliz a su productora. Ahora bien, si ya hay que juzgar por la calidad del film en sí, se admiten los torcimientos de gesto, hay cosas que fallan. Dani Rovira y Clara Lago ponen simpatía, no diría yo que sea una historia de amor que vaya a marcar a generaciones, pero tienen ese toque agradablemente light que ha justificado que este proyecto tenga spin off en televisión y hasta obra de teatro.

No obstante, el desaprovechado plato fuerte lo brindan Carmen Machi y Karra Elejalde, se los disfruta mucho cuando están y se los añora si desaparecen. Dos intérpretes con unas salidas cómicas geniales que enriquecen y hacen más creíbles a personajes casi de retablo, mucho tópico, lo cual no me parece malo en sí, si bien con ellos se podría jugar más allá de lo que se hace aquí.

Creo que le puede afectar el paso del tiempo, si bien, que le quiten lo bailado y la cantidad de entradas que ha conseguido vender.