Thomas Vinterberg se dio a conocer en los círculos cinéfilos tanto por ser uno de los fundadores (junto a Lars Von Trier, entre otros) del movimiento Dogma como por su aclamada obra Celebración (Festen). Aquí Vinterberg deja de lado lo autoimpuesto con dicho movimiento para adentrarnos en una curiosa (que no satisfactoria) mezcolanza de ciencia ficción y melodrama romántico con ligeros toques de intriga.

La historia nos sitúa en un futuro apocalíptico en el que la gente muere de desamor y el clima amenaza con congelarlo todo, mientras que la trama se centra en el reencuentro entre John (Joaquin Phoenix) y Elena (Claire Danes), quienes han quedado para firmar los papeles del divorcio. Sin embargo, pronto se verán abocados a una persecución mortal y al descubrimiento de terribles secretos y conspiraciones.

La película cuenta con dos grandes problemas: el poco rédito que saca a sus personajes y una historia demasiado farragosa y pretenciosa (sin poder serlo). Ello no significa que estemos ante un fiasco, la película se salva gracias a ciertos guiños y a unos buenos actores (aunque algunos, como Sean Penn, estén tristemente desaprovechados), especialmente Phoenix, quien es capaz de transmitir todo tipo de emociones simplemente a través de la mirada, demostrando así lo gran actor que es. Lástima que el guión y otros factores no estén a la altura.