Puede resultar paradójico, pero esta producción ha terminado teniendo más repercusión por la prematura y sorpresiva (los más paranoicos añadirían misteriosa) muerte de su protagonista que por sus (limitadas) cualidades cinematográficas. Versión fílmica de una serie de cómics en los que Erin Draven (Brandon Lee) regresa de la muerte para vengar no sólo su asesinato, sino el de su amada (Sofia Shinas).

Alex Proyas recrea con desiguales resultados una ciudad fría en la que la lluvia siempre está presente para recrear la maldad humana, la desolación, por desgracias sólo lo consigue a medias, por ejemplo las localizaciones y decorados resultan tan fríos y góticos como artificiales. Sin embargo es de justicia reconocer cierto talento en la dirección de Proyas, quién realiza varios planos de lo más interesantes, véase por ejemplo el reencuentro entre el protagonista y Sarah (Rochelle Davis) con la cámara girando hasta detenerse en la sombra de Erin y volviendo a girar hasta parar (esta vez sí) en el actor. Del mismo modo el guión sufre una clara falta de entidad e intenta suplirlo dotando de frases rimbombantes a sus personajes, logrando en la mayoría de los casos que están suenen más ridículas que eficaces.

Así pues, con unos personajes tan limitados los actores no pueden hacer gran cosa, incluso el mismísimo Lee (en la que se preveía sería la película de su lanzamiento) cuya interpretación es simplemente correcta, eso sí, muy por encima de la media que predomina en la película. Mención especial merecen ciertos errores de racord u otros tan curiosos como cuando Myca (Bai Ling) sale de la ducha completamente maquillada (ja). Con todo ello, el resultado final es el de una película más cercana a la serie B, y esto se nota no sólo en el acabado final, el cual resulta tan curioso como insatisfactorio.