Larry Clark se hizo popular gracias a sus primeras películas, en las cuales desgranaba los sinsabores de una juventud promiscua, violenta y drogodependiente. Es por ello que puede chocar su nombre en una producción que nos muestra un futuro desolador, un futuro en el que los seres humanos vuelven a vivir como sus prehistóricos antepasados.

Pero no, el director, fiel a sus inicios, pronto transforma esta post apocalíptica cinta en una sucesión de excesos sexuales y adicciones varias. Ello sucede cuando el protagonista y un grupo de amigos escapan al matar al padre de éste, líder de su estricta tribu, siendo rescatados por Neil (Richard Hillman) y Judith (Tiffany Limos), una pareja con oscuras intenciones. Ellos les iniciarán en el sexo, a la vez que experimentarán con ellos, algo que acarreará sangrientas consecuencias.

Lo que podría haber sido una curiosa cinta de ciencia ficción desemboca en una sucesión de pechos, culos y vísceras, acompañados de una dirección plana, unos irregulares efectos especiales, unas pobres interpretaciones (incluido un Andrew Keegan al que el papel de héroe le viene muy grande) y un tedioso devenir de la historia. Una curiosidad en la carrera de Clark y una atípica producción televisiva en la que destaca su, muy manipulada, fotografía. Lamentablemente, poco más llama la atención de esta desangelada producción.