La venganza: dicen que es un plato para servir frío. Y si no, que se lo digan al bueno de Eric Craven, al que la muerte le brinda la oportunidad de vengarse de aquellos que arruinaron su vida y la de su esposa.

Ése es, básicamente, el "leit motiv" de esta pequeña-gran joya del cine de acción. Una venganza sangrienta reclamada desde el más allá, concedida a un oscuro personaje a medio camino entre el "Joker" y el "Punisher", y al que se le concede una fuerza y una invencibilidad sobrenaturales para poder cumplir con su objetivo.

La estética del "cómic" es fuertemente patente, con una excelente ambientación gótica-oscura muy marcada, marca personal de Proyas en toda su filmografía. Los ambientes, los personajes, los escenarios e, incluso, el mismo guión, rezuman un estilo innovador en claro contraste con cualquier otra película realizada hasta la fecha. Incluso a veces, en los momentos, de acción da la sensación de estar viendo un plagio de "Matrix", con la salvedad, claro está, de que el presente filme se rodó 5 años antes.

Una acertada banda sonora, compuesta por ritmos guitarreros y canciones rockeras, acompañan la singladura de este héroe oscuro por las calles y tejados de una ciudad atemporal y eternamente nocturna, cuyos habitantes son en realidad almas perdidas sin ningún sentido en sus vidas (el policía a punto de divorciarse, la hija abandonada por su madre yonkie, etc.). Prima la violencia, la decadencia y el culto al fuego y la anarquía: es el mejor escenario para un personaje en perfecta consonancia con el entorno que le rodea.

La muerte accidental de Brandon Lee con el rodaje prácticamente acabado fue una triste publicidad, y generó una leyenda urbana por la que la gente entró en masa a los cines a ver el preciso momento en el que Lee moría de un disparo. Dicha escena, como es lógico, no aparece como tal en la película, y se sustituyó por unos efectos especiales y un doble de Lee.

Triste nota para una película de las que dejan huella en la retina.