El temible burlón

A mayor número de risas mayores posibilidades de ser feliz, no hay dudas sobre esa regla aritmética. Por ello acepto que las buenas intenciones de "El temible burlón" son innegables, me rindo ante un propósito tan sano como el de arrancar sonrisas. Sin embargo (y menos mal que no soy el único) me posiciono en contra de esta película de piratas en la que el espectáculo en esta ocasión tiene mucho más que ver con el público infantil. Y no pasa nada porque guste una película más apta para niños, pero a mí un pirata molón como Lancaster me desmotiva muchísimo, pese a las portentosas exhibiciones físicas que perpetra junto a su amiguito mudo, pese a la maravillosa fotografía y esas buenas intenciones. ¿Por qué rajar de "El temible burlón"?; porque uno intenta tomársela en serio y es imposible, porque no se pueden pasar por alto tantas y tantas cosas y lo mismo que me sucedió con "El halcón y la flecha", ni el humor ni las maniobras de feriante me gustan.

Los malos no son malos, son tontos, y si me apuran, Lancaster no tiene de pirata ni sus ropas. Se enamora de una mujer porque sí, tiene la dentadura perfecta y su actitud se puede calificar de cualquier tipo menos de mercenario de los mares. Ni squiera estoy de acuerdo con su indefinición histórica, no me gustan las licencias de este tipo: que los malos sean españoles o ingleses, que estemos en Jamaica o en Cuba.... A la película le da igual y a mí no. Cuando no hay rigor de ningún tipo (y lo peor, ni coherencia en la trama) el desánimo te oprime los ojos hasta decir basta. No es que haya envejecido mal, no tiene nada que ver la fecha de realización, la película es mala sin más.

El temible burlón de Robert Siodmak es un film de aventuras marinas y piratas basado en las andanzas de Lancaster y Cravat, que se dedican a robar barcos por el mediterráneo. Dirigida con un ritmo acelerado en la acción y dinámico en el resto y con un estilo aventurero que cautiva a todos los amantes del género, es una obra arrojada en sus piruetas y persecuciones acrobáticas que amenizan con mucho estilo el rato gracias a Lancaster y Cravat en su segundo film juntos, realizando ambos acrobacias sin ser dobladas en ningún momento y concluyendo así un film bello y apasionante que deja gran sensación tras su visionado.
La fotografía en color es lumínica y alusiva al estar repleta de matices que te transportan, concluyendo una labor inspiradora y desde luego portentosa que apasiona y llama la atención de todos los públicos. La música es estimulante en sus ritmos alentadores y en su acompañamiento de la acción, añadiendo sensaciones arrolladoras y estupendas melodías al film. Los planos y movimientos de cámara son buenos mediante el uso del seguimiento, plano-contraplanos, generales, panorámicos, reconocimiento, cámara en mano y planos americanos que sacan sobre todo lo mejor de la acción.
Las actuaciones son carismáticas y remarcables. Como protagonistas de nuevo Burt Lancaster está auténtico y genuino en su labor y Nick Cravat cautivador en su tarea, formando ambos un tándem de lo más atractivo para satisfacer a los amantes del género, siendo notables también los acompañamientos de Eva Bartok, Torin Thatcher, James Hayter y Noel Purcell entre otros. Para estos emplea la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones evocadores a piratas y marinos del siglo XVIII en una labor bien trabajada en matices que, junto con unos excelentes decorados, te transportan in situ.
El guion, escrito por Roland Kibbee, es emocionante en su acción y acrobacias de unos protagonistas que cautivan al público no solo con sus hazañas sino también con su simpatía y carisma. Además, tiene en su interior una trama con buena dosis de amor e insidias para dejar satisfecho a toda clase de públicos, ya que todo lo que se propone hacer bien en este film lo hace con creces y mucho oficio. Esto se lleva a cabo con una narrativa expresiva y clásica que con tono divertido ameniza el rato, ya que también contiene unos diálogos ingeniosos y espontáneos que serán del agrado de todos los públicos.
En conclusión, la considero una obra imperecedera y esencial dentro del cine de aventuras marinas que apasiona a todos aquellos que se decidan a visualizar un film entretenido en su acción y notable en su trama por contener todos los componentes necesarios para agradar a todos los públicos. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones, decorados, narrativa y diálogos que hacen de El temible burlón, un film indispensable en su género que contiene además el aliciente del tándem Burt Lancaster y Nick Cravat.

Otra deliciosa aventura, en esta ocasión de piratas, protagonizada por Burt Lancaster y Nick Cravat, esa pareja de trapecistas, de equilibristas, de hombres de circo, que dio el salto a la gran pantalla, inundándola de acrobacias, funambulismo y números, cómicos y mímicos, en el papel de dúo de payasos circenses, emulando a Chico y Harpo...

El argumento, no tiene nada de especial, es el típico relato de piratas, pero su desarrollo es exageradamente entretenido, es de una acción espectacular, en la que los protagonistas no precisan doble -qué especialista podría mejorarlos-, y es, sobre todo, un divertido pasatiempo...

Esta segunda etapa de Burt Lancaster, en la que retorna a sus orígenes, tras su excelente paso por el mejor cine negro, con cintas, cómo ésta, "El halcón y la flecha", "Su majestad de los mares del Sur" o, más tarde, "Trapecio", ya con un poso de veteranía. Y aunque esta segunda etapa, cinematográficamente, es inferior a la primera, en cambio, como actor, ceo que la supera, pues despliega en ella, una vis cómica, inesperada, pero que demuestra el gran talento de este grandísimo actor, de aspecto duro pero, a la vez, encantador...

Luego, destaca por la dinámica realización. del gran especialista en cine negro, Robert Siodmak, quien, como su compatriota Fritz Lang, también quiso hacer sus pinitos en el cine de aventuras; con tan excelso resultado.

Es esta una película que ví cuando era un niño y que me quedó grabada en la memoria por lo entretenida que me resultó. Ahora he vuelto a verla con el miedo de que el tiempo le hubiese arrebatado la frescura y lozanía con la que yo la recordaba, pero no, sigue gozando de esa eterna juventud que da la ingenuidad de la que gozaban algunas, muy pocas, películas de hace 70 años. He vuelto a verla y disfrutarla con los ojos de un niño, y lo que es mejor, me he sentido bien.

Además de considerar que es muy buena, le tengo un gran cariño, pues fue mi inicio en el mágico mundo del cine. Gracias por siempre a ese Burt Lancaster que me enamoró para siempre con sus acrobacias.