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Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles

Drama La vida de Jeanne Dielman, una joven viuda con un hijo, sigue un orden inmutable: mientras el muchacho está en la escuela, ella se ocupa de las tareas domésticas por la mañana y ejerce la prostitución por la tarde. (FILMAFFINITY)
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
16 de diciembre de 2023
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jeanne Dielman es el homenaje perfecto a la servidumbre de género en la era contemporánea. Presas del patriarcado encerradas en su propia monotonía. Condenadas a la cotidianidad que ofrece su rol. Reducidas a un espacio concreto, a un momento total.

Akerman logra transmitir más allá de la acción. La arquitectura habla con voz propia. Minimalista en su sermón. Detalles rebosando las fronteras de la abstracción. Una alegoría sangrante del matrimonio. Gélida, como un naufragio en el Polo. Perdida en la toxicidad cíclica de abandono sentimental.

Nada sobra, nada falta. Justa medida para la obra maestra.
La puerta de Tannhäuser
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19 de enero de 2021
9 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy totalmente de acuerdo con la crítica que le da sólo un 4. Que se haga este tipo de películas para una clase universitaria de cinematografía, me parece correcto porque se puede discutir sobre cada punto referente a cómo hacer un film.
Pero quien mira cine no lo mira a los efectos de analizar qué es correcto y qué errores hay, se mira cine para entretenerse. Un entretenimiento puede tener o no un fondo ya sea social, político, histórico, o simplemente diversión.
Esta película no tiene nada, de 3 horas y mucho le sobran las tres horas. Quien quiere aprender a hacer cine tiene a su disposición cursos con profesores, quien quiere simplemente mirar una película, mi recomendación es que no pierda tiempo con ésta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Morris Laski
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14 de junio de 2018
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta obra maestra minimalista resulta una de de las películas más aburridas e insufribles que se hayan hecho jamás en la historia de este arte, a su lado cualquier filme de Antonioni parecería un ejercicio de entretenimiento increíble. Precisamente ese es el objetivo de Chantal Akerman, el mostrar la desoladora y monótona rutina que lleva la protagonista, resignada a ser ama de casa sin ninguna otra ambición en la vida. Por lo tanto estamos ante un estudio feminista sobre el tedio de la existencia sin sentido de Jeanne.

La cinta narra el día a día de Jeanne, una joven viuda que vive en un apartamento de Bruselas con su hijo adolescente. La película está construida a partir de los denominados "tiempos muertos", mostrando cierto interés por filmar escenas cotidianas y anodinas, consistentes en todas esas tareas domésticas que normalmente se pasan de largo a la hora de realizar películas. Akerman emplea en todas sus escenas planos fijos y encuadres que quedan fuera de campo, con una cámara que se posa en un punto concreto de algunas de las estancias de la casa, grabando la vida real de Jeanne repleta de tareas banales, desarrollándose todas ellas a tiempo real, que nos hará meternos de lleno en ese piso setentero donde se desarrolla casi toda la película. Jeanne parece comportarse como una mujer a la que hayan vaciado de todo, y su obsesión por repetir todos los días la mismas tareas parece ser un mecanismo de defensa y una forma de evadirse de su triste existencia después de la muerte de su marido. Hasta actúa como un robot cuando ejerce la prostitución en su casa, siempre siguiendo las mismas pautas y costumbres.

El cine de esta directora belga no es apto para todos los públicos. Si en la mayoría de películas se rehuye de las escenas narrativas que no aportan nada en la trama, Chantal Akerman realiza justo lo contrario, centrándose en la cotidianidad de la vida diaria. La mirada contemplativa de la directora belga sobre su protagonista recuerda a las obras de Rohmer, pero aquí con mucho más énfasis y sin recurrir a momentos dramáticos. A medida que llegamos al tramo final del filme, comprobaremos la evolución psicológica destructiva de esta ama de casa, que cuando pierde el orden en su rutina ya no le queda nada, y así llegamos hasta el sorprendente clímax final.

Es una película pesada y soporífera, pero quien busque otro tipo de cine que se acerque a la vida real será correspondido con la magnífica cinta que nos regala Chantal Akerman. Una obra muy humana, pese a lo gélida que resulta a simple vista.
Carli
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10 de marzo de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película transita en tres horas y media, tres días en la vida rutinaria de una mujer, que recuerda aquella cita que decía "elige un modo de vida y la rutina te la hará agradable"

Planos largos para que conozcamos al detalle el funcionamiento de su maquinaria. No es baladí este proceso pues será a través de él que nos enganchamos a la trama, cuando esta maquinaria fuerte empieza a flaquear.

No hay grandes diálogos, los enfoques son siempre desde los mismos planos. De modo que si por una vez ella no puede ocupar el mismo lugar, quedará desencuadrada.

Llena de matices. Una genialidad que esconde un profundo grito.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tripita
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15 de diciembre de 2022
12 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo dar las gracias a la famosa encuesta de ‘Sight and Sound’ en torno a las mejores películas de la historia del cine y que en la edición de 2022 ha tenido a “Jeanne Dielman…” como la más votada, porque ello me ha servido de motivación para verla por fin y no he podido quedar más satisfecho: vivo el éxtasis de haber asistido a una lección de cine en su estado más puro.

Porque no hay pureza más alta en el arte que las formas deviniendo fondo. Cuando por cómo se cuenta lo que se cuenta se cuenta a su vez lo que no se cuenta. Es el rasgo que distingue a los grandes creadores, preguntarse y responder a las cuestiones de visualidad (qué imagen se muestra), temporalidad (cuando se cambia una imagen por otra) e interdependencia (qué relación o dialéctica mantienen las imágenes entre ellas).

Es de esta manera que las personas interesadas en el lenguaje del cine comprendemos por qué Welles abre “El proceso” con un plano secuencia en el interior del cuarto de K., con ligeros picados que muestran un bajísimo techo, el significado del único travelling de “Cuentos de Tokio” o, que en “Ordet”, donde abunda una cámara ceremoniosa que envuelve a los personajes y su mirar –fijan su atención en un punto y la cámara se desplaza hacia allí– en la mirada de una niña a su madre yaciente se produzca un corte directo.

Así igualmente, Chantal Akerman toma una decisión creativa arriesgada, provocadora, renovadora y, ante todo, de una gran valentía, invitándonos a compartir un tempo dilatado en una crónica minimalista que nos muestra con extrema minuciosidad a una ama de casa –viuda, con un hijo y que también ejerce la prostitución a una hora de la tarde– realizar sus rutinas diarias. Siempre con planos fijos, son tres jornadas que representan consecutivamente el orden, la disparidad y la culminación del conflicto interior, del ahogo existencial que supone la dualidad refugio/cárcel en un mismo espacio vital. La composición es magnífica, jugando con las diferentes proporciones de los encuadres, las repeticiones y los reencuadres dentro del plano, a través de pasillos o puertas, con acciones mostradas en toda su laxitud de tiempo real combinadas con frecuentes elipsis y planos muy breves. Con esta apuesta formal el relato deviene reflexión sobre sí mismo, instigando al público a pensar sobre lo que ve mientas vive una experiencia inmersiva. Delphine Syering ofrece un recital de contención donde cada minúsculo matiz adquiere un suprema relevancia expresiva, logrando que empatizemos con su sentir de una manera milagrosa.

Unos pocos ejemplos cazados al vuelo de la sutilísima depuración sintética de la puesta en escena. Las dos primeras veces que abre la puerta para vender su cuerpo el plano nos la mostrará con la cabeza cortada y habrá una elipsis ante la puerta del dormitorio. La primera vez que haya de entrar en la cocina porque la comida al fuego se ha echado a perder, la cámara se situará significativamente en el ángulo opuesto al que estado cada vez que entraba antes. La veremos primero empanar la carne como una danza, bien peinada, con semblante risueño y gestos armoniosos, en el equilibrio de un acto que empieza y termina con la mesa vacía y limpia. Cuando más adelante pele las patatas, no se mostrará la acción en su totalidad y el rostro fruncido y despeinado y los gestos delatarán un gran nerviosismo. La habremos visto coser, relajada, contorneándose con la música de la radio y compartiendo el plano con el hijo para ver cómo le queda la prenda; posteriormente, tras un plano que muestra la separación de las dos estancias del salón, con madre e hijo en cada una y, en un ángulo distinto al de la primera vez, no podrá concentrarse para coser mientras le molesta la canción de la radio. Del interior del cuarto de baño, con la vista frontal de la bañera mientras se baña o la limpia, pasaremos a verlo desde el exterior a través de la puerta solo entreabierta… Son, en definitiva, constantes rimas visuales, consonancias y disonancias que, sin música y apenas diálogos, tejen el sentido de las imágenes en el reino absoluto de la imagen.

No quiero extenderme en cuanto al debate generado por la encuesta. No me han sorprendido las reacciones adversas, sino su virulencia extrema. Jamás había visto arrojar tanta rabia y tanta bilis, no ya por esa primera posición, tratada como un tongo, sino considerando la película misma como carente de cualquier valor y un insulto al cine. ¿Es por el argumento? La capacidad de convertir en materia dramática lo que a nadie antes se le ocurrió me parece una genialidad. ¿Por las formas? Si el cine es un arte, lo es porque maneja infinidad de códigos estéticos y narrativos. Mucho me temo que la matriz del problema viene por otro lado. Hay hoy, y debemos celebrarlo, un compromiso de reparación del silenciamiento histórico al que se ha sometido el cine dirigido por mujeres. Quienes encuentran “sospechoso” que ahora se rescaten del olvido los mejores de estos títulos no parecen percibir que lo sospechoso es que durante tantas décadas permanecieran olvidados. La mentalidad según la cual distinguir o premiar el cine realizado por mujeres ha de obedecer necesariamente a razones extracinematográficas tiene un nombre.

Para mí no hay dilema. La “mejor” película de la historia simplemente no existe. Lo que hay son muchas grandes obras y estas listas nos abren a algunas de ellas. Y, si un determinado número de personas coloca en su lista particular de las 10 mejores una película que considero una obra maestra absoluta y que además posee una incuestionable relevancia histórica, francamente no veo que exista razón alguna para quejarme.
Quim Casals
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