La pelota vasca, la piel contra la piedra

Se empieza negando la opinión de alguien, y se acaba haciendo lo que sea para que no la exprese. Para una persona no nacionalista (pero no nacionalista de verdad, no sólo vasca), es una película absolutamente neutral. En cuanto aparece el nacionalismo (sea el que sea), el fiel de la balanza se escora, en proporción directa a la poca objetividad en ese tema de la persona en cuestión. Escuchar es el principio, no sólo del diálogo, sino de cualquier civilización. Y esta película sólo se limita a escuchar. Eso sí, los que no han querido hablar, curiosamente son los que más acusan de falta de objetividad... Bonita democracia la suya: o las cosas se hacen como yo digo, o no se hacen.

Con la lamentable carencia de personajes políticos del PP, por decisión propia de estos, Julio Médem nos lleva a una interesantísma y reflexiva visión del conflicto eterno vasco. Con casi todos los personajes de relevancia actual, que nos pueden llevar la voz de todas las miradas, con elementos geniales de archivo, tanto visuales como sonoros. Está Arzalluz, está Patxi López, todos los lehendakaris, felipe González, Arnaldo Otegui, dirigentes de Aralar, fundadores de Euskadi ta askatasuna (ETA), dirigentes del UPN, víctimas, verdugos, mujeres de presos... Todo (menos los de siempre, claro).

Si quieres reflexionar sobre la historia de Euskadi y de España y sobre la situación política actual, este es tu documental.
Además, técnicamente es una maravilla. Sonido genial, música intimista de fondo, fotografía preciosa, planos de la naturaleza del norte de la península espectaculares... Genial.

Mi más sincera enhorabuena a Medem y a todo el equipo que hizo posible este buen documental que afronta sin tapujos un tema tan complejo y polémico como es el del conflicto vasco y el de ETA.
Muy plural y enriquecedor, en el que lo único que se hace es hablar, algo tan simple, pero a veces tan costoso.
El único pero que le pongo al documental es por qué le preguntan a Felipe González por las supuestas torturas a terroristas, y no le preguntan a Otegui por qué no condena la violencia etarra.
Por lo demás, un muy buen trabajo, que no deja a nadie indiferente, que toca todos los temas con variedad de visiones (incomprensible el que el PP se negase a participar en este bonito proyecto) y que además cuenta con buena música y excelentes imágenes de Euskadi.
Espero, que en un futuro no muy lejano, nos refiramos a este documental como algo lejano porque ya haya paz en Euskal Herria.

Un buen termómetro sobre la situación sociopólitica vasca. Si bien los del PP (como siempre a su puta bola) no quisieron formar parte del filme porque la intención del director fue añadir a TODAS las partes, incluidas las partes proetarras (que en gran parte no participaron), me parece un filme muy interesante para ver las situaciones de multiples personajes de la vida social y política del País Vasco. La presencia mayoritaria es nacionalista, pero también porque en esta sociedad nuestra (la vasca) los nacionalistas no radicales siempre se han prestado mas a hablar sobre el problema vasco. Muchos no hablarían por miedo, otros por principios, pero lo cierto es que a pesar de no tener todos los testimonios que le hubieran gustado al director, es una útil obra de la que se puede aprender mucho sobre un problema sobre el que tanto se habla fuera de nuestras tierras y tan poco se sabe en algunos casos.

"La pelota vasca", tal y como puede deducirse por su título, es un docu sobre aquello tan espeluznante y tan serio que llaman "El Problema Vasco" (frase que siempre he imaginado escrita con letras rojas y chorreantes con fondo estilo Hammer). El Problema Vasco aquí de cuerpo presente, es como un cadáver fresco rodeado de expertos forenses que compiten por ver quién da el diagnóstico port-mortem más ajustado. Mientras uno defiende la muerte natural, otro afirma que se trata de envenamiento, su colega se empeña en que fue asesinato y el de más allá, que el cadáver ni siquiera está muerto. Pero están condenados a no saberlo nunca, el cuerpo está incompleto; Medem le ha extirpado al cadáver el cerebro y le ha dejado sólo las tripas y el corazón.

De todas formas, de lo que se trata es de hacer una perspectiva global del dichoso PV, pero no da esa impresión. La impresión es ambigua. Se acaba deduciendo que aquí hay una lastimosa carencia de mentalidad de nación. Y que como esto sea la representación del impulso independentista en general, lástima por los vascos porque van aviados. O eso o es que muchos todavía no se han dado cuenta de que para ser una nación hay que ver el futuro, no reatroalimentarse eternamente de brumosas referencias del pasado. Un pasado que muta a conveniencia según de dónde sople el viento: en palabras del infalible Chesterton, "para el que ama a Inglaterra porque es inglés, no importa de dónde o cómo haya surgido su patria. Pero aquel que ama Inglaterra a título anglosajón, ése se opondrá a cuanto perturbe su teoría. Y acabará por sostener que la conquista normanda fue una conquista sajona. Es decir, que acabará en los peores extremos de irracionalidad a fuerza de tener una razón". De los que apuestan por autodeterminarse, hay muchos que hablan del antes y del durante, pero a nadie escuché analizar con sinceridad que debería hacerse en cuanto al después.

En la película se trata de reflejar pluralidad, pero no cuela. Hay un factor invisible pero palpable que lo une todo y se ve de qué lado caen las ideas detrás de la cámara. Lo peor es que todo ello se muestra a trancas y barrancas, sin un sentido claro, no sé muy bien lo que se pretende aquí más allá de parlotear inútilmente sobre un Problema que nadie sabe definir, ni solucionar, ni siquiera afirmar con contundencia que en efecto, exista tal Problema.

La perspectiva trata de ser moderada, pero contiene demasiada autocomplacencia, demasiado olorcillo propagandístico para ser efectiva: sigo viendo a un pueblo que se dedica a lamentarse por las ruinas y a buscarse la genética con lupa, mientras que pasan los años y nada se erige, nada se construye.

Al final, me quedo con la idea de que el mérito hubiera sido, no dar la razón como borregos a los que de entrada pensaban lo mismo que usted, señor Medem, sino hacernos comprender a los demás. No lo ha conseguido.