Todas las canciones hablan de mí

No apta para todos los los públicos.

Preciada cinta claramente incomprendida por los visionarios poco cualificados sobre todas esas cosas que los terrícolas experimentan tras una ruptura. O "demasiado cualificados" (y aquí hablo de cine).

Una especie de -500 days with summer- a la española. Dos de las películas que más veces di al botón review en los últimos tres años.

¡Hago un llamamiento por la revalorización de esta obra!. No os dejéis influir por la nota bajilla y las criticas grandilocuentemente ostentosas.

Jonas ¡Quiero otra película tuya!

Pues no. No pasa nada...

Sólo habla de como ser gilipollas y rebozarse en el intento. Y lo que más me jode es que me siento terriblemente identificado...

Con otro lenguaje y otra forma de imaginar lo que a todos los imbéciles del mundo nos ha pasado alguna vez. y haciendo de la música otro personaje que se inmiscuye de repente y se va sin avisar, que refuerza terriblemente lo que se ve y lo que se oye.

A veces la película se marcha y te das cuenta de que te aburres un poco. Y después regresa te da un abrazo. Así sin avisar, como las malas visitas.

Que me ha gustado mucho, carajo...

Podría decirse que es una película que tiene alma, con poso, con intención artística. Voluntariamente lenta, destacan una dirección y unas interpretaciones estupendas, aunque pagan el peaje de servir a un guión atípico, en el que no se sabe muy bien cuál es el conflicto ni cómo evoluciona.

Bonitas y efectivas "secuencias detalle" de cinco segundos.

La opera prima de Jonás Trueba es una historia muy intimista, con un joven filólogo que acaba de terminar con su novia (y todo lo que ello conlleva...). Es una película de actores, donde Trueba apuesta fuerte por el debutante Oriol Vila, que prácticamente se echa el film a los hombros y sale medio airoso (no digo triunfante porque tal vez sería excesivo). Le acompaña, eso sí, Bárbara Lennie, que me enamora cada vez que la veo.
Todas las canciones hablan de mí es una historia sobre el desamor, sobre la crisis de los treinta, sobre la sensación de desorientación vital, sobre el influjo de la cultura en nuestras vidas. Jonás Trueba habla de todas estas cosas y lo hace bien, con tranquilidad, tal vez de manera un poco pretenciosa, pero con conocimiento de causa. El problema es que todo se enmarca en una historia demasiado estática, donde apenas ocurren cosas, y eso puede llegar a exasperar en algún momento. Todas las canciones hablan de mí es una película para verla sin prisas, dejándose llevar y disfrutando con las variadas referencias literarias y musicales que pueblan su guion. Es una película que recoge con acierto el espíritu de gran parte de la juventud actual. Nada más que por tomarle el pulso a esta realidad merecería la pena darle una oportunidad al debut de Jonás Trueba.

No conozco personalmente a Jonás Trueba. Así que no puedo asegurar que en su primera película, “Todas las canciones hablan de mi”, haya volcado vivencias y sentimientos autobiográficos. Sí afirmo que o bien es así o ha conseguido interiorizar comportamientos que ha observado a su alrededor junto a emociones y confidencias compartidas.

Todo ello para elaborar una película de apariencia sencilla, que va creciendo en intensidad y culmina en una escena final excelente, en la que la combinación entre imágenes y música se funde en un todo apasionado y arrebatador. El tema musical escogido, Silence is the question, de The bad plus.

Jonás tenía algo importante que contar y lo hace de forma personal, atendiendo a la forma y cuidándose al tiempo de caer en el manierismo.

Entre el grueso de películas mainstream sobre el cuento de hadas del amor incipiente y las letras de las canciones sobre el desamor, Trueba nos presenta un personaje central que se descubre tan absoluta y ciegamente enamorado como probablemente ya no correspondido. Y la presentación de la situación es tan naturalista, tan sincera y el trato a la inteligencia de la concurrencia tan respetuoso, que el descubrimiento tiene lugar al mismo tiempo por espectador y personaje.

En el correcto desarrollo de la trama cobra gran valor la magnífica actuación de un amplio elenco de actores jóvenes quienes, fieles a la tradición de los secundarios en España, protagonizan con maestría los episodios propios.

Entre todos, destaca la fantástica normalidad de Oriol Vila, de quien me atrevo a afirmar que no es en su vida real como su personaje, que no cojea y que no arrastra la serie de elementos identificativos, físicos y emocionales del protagonista.

Junto a ellos, el retrato del Madrid contemporáneo, un personaje más en el argumento y la tensión refractaria entre quienes fueron pareja, configuran una cinta que admite y pide segundos visionados en los que sigue creciendo el crédito de su esplendoroso director.