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Chungking Express

Drama. Romance Dos historias de amor independientes que se desarrollan en el popular barrio turístico de Tsimhatsui, en Hong Kong. La primera describe el fugaz encuentro entre un joven policía en plena crisis amorosa y una misteriosa mujer fatal traficante de drogas. La segunda se centra en el singular romance entre un solitario y sencillo agente de policia y la joven camarera del pobre bar donde aquél suele comer. (FILMAFFINITY)
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Críticas 81
Críticas ordenadas por utilidad
27 de agosto de 2007
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos historias paralelas se acarician sin tocarse en el Hong Kong contemporaneo al ritmo vertiginoso de una ciudad entre la modernidad y el cotidianismo más arraigado. Historias humanas, vidas anónimas que se encuentran y se enlazan como oasis inconexos de la vida cosmopolita, redescubriendo que más allá de los rostros desconocidos, en cada cruce fortuito, en cada mirada furtiva, hay personas que sienten, sueñan, sufren y sonrien intentando escapar de sus fracasos pasados. Personajes con obsesiones, con puntos de vista particulares, viviendo una vida desde la óptica única e irremplazable de la propia existencia, en los que descubrir que aquellos con quienes te cruzas un instante en un puesto de comída rápida poseen un inmenso mundo personal que solo ellos conocen y que, seguramente, solo pueda ser descubierto en las fórmulas químicas que tiñen de colores e imágenes el nitrato del celuloide.
Pierrot Le Fou
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21 de marzo de 2010
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coger un avión sin destino fijado, ir a un concierto, ver un partido de tu equipo,
Huir al pueblo donde pasaste tu infancia, pasear por la playa,
Ultimar tus preparativos para una cena romántica,
Nadar hasta una isla desierta, visitar las pirámides,
Ganar la lotería sin haber jugado, insultar a tu jefe,
Kg de rosas en tu cama, sacar la cabeza por la ventanilla del coche,
Invitar al rey a tu casa, ver "La vida es bella",
Nacer, morir, renacer,
Galopar junto a tus cinco perros por el parque.


Expresarte libremente siempre, ver seguidamente las cinco temporadas de "The Wire"
Xenofobia extinguida para siempre, comer piña hasta el 1 de mayo,
Practicar sexo por primera vez, practicar sexo por segunda vez,
Reírte de tu mayor desgracia, volar con un avión de juguete,
Enamorarte de la primera mujer/hombre que pase, poner somníferos en el agua
Soñar, hacer puenting, hacer puenting sin cuerda, encontrarla,
Soñar despierto, besarla
Peter McNulty
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30 de julio de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine oriental es muy peculiar en sus formas y en la personalidad de sus personajes, claro es otra cultura.

Wong Kar-Wai siendo el más occidental de los directores orientales no es la excepción y nos regala en esta preciosa película dos historias diferentes de locura amorosa con unos personajes que, aunque no logremos entender del todo sus motivaciones, sus contradicciones y la lógica de sus actos logran que les cojamos cariño y nos enganchen su vida y sus romances imposibles.

La película es en realidad dos películas, dos historias muy diferentes que se entrecruzan pero que no se afectan una a la otra.

La primera es un ejercicio muy personal de cine negro con policía y "femme fatale" y la segunda, tirando más a la comedia romántica con un policía abandonado por su novia y una chica adorable con un punto de locura que aparece en su vida.

La primera historia es más oscura, más violenta y retorcida, mientras que la segunda es más tierna y amable, pero ambas tiene el toque inconfundible del director, con una buena fotografía, rápidos movimientos de cámara y guión bien planteado y originalmente resuelto.

En definitiva una cinta que gustará a los amantes del cine oriental, de las películas románticas no convencionales y de las historias policíacas oscuras. Ojo a la banda sonora con canciones de Cranberries y la famosa California Dreaming que le dan a la segunda historia un toque más que delicioso.
jrc
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10 de mayo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chungking express son dos historias encuadradas en la misma película. Ubicadas las dos historias en Hong kong tienen como lugar común una tienda de comida rápida en la cual su dueño (Chen Jinquan) es testigo de los amores y desamores de los protagonistas. Midnight express (el fastfood) sirve de analogía con la vida ajetreada y estresante de la ciudad, la cual ha trasladado su velocidad y cambios constantes a las relaciones sentimentales de sus habitantes. Christopher Doyle y Lau Wai Keung como directores de fotografía lo ejemplifican en imágenes de varías formas: mediante escenas de acción de ritmo trepidante y entrecortado o con tomas de los protagonistas enmarcados en un fondo desenfocado (Bokeh), con filtros distorsionadores e insistiendo en el paso rápido del tiempo (time-lapse).

La primera historia narra la historia de un joven policía (Takeshi Kaneshiro) que confía en volver con su exnovia y una femme fatale (Brigitte Lin) traficante de drogas. Revisita las películas del cine negro clásico e inscribe sus leitmotivs y personajes en una coyuntura moderna. La segunda historia también trata de un policía con el corazón roto (Tony Leung) pero su encuentro con una nueva chica cambia de forma considerable a la primera historia. La chica Faye (Faye Wong) alocada y graciosa, reinterpreta y hace suyo a la chica moderna e independiente Patricia (Jean Seberg) de El final de la escapada. Por tanto Wong Kar-Wai sería un experto en lograr las múltiples variaciones que pueden sucederse en el amor y en reinventar personajes fascinantes de la historia del cine.

El director hongkonés hace suyos los diferentes géneros. El cine negro y el thriller políciaco gracias a una cuidada puesta en escena y un montaje rápido pero atento, mostrando detalles claves: un reloj, una fecha, una conversación en el fondo que parece inocua y luego resulta importante en la trama. Ese gusto por el detalle y los objetos que tienen un papel en la narración no sólo los sabe emplear en el uso del cine negro, destacan también en una historia romántica: una lata de piña, una lata de sardinas, peluches, una ensalada o un café, una pastilla de jabón, un juguete de avión, un billete de avión, etc. Es tal su grado de implicación con los objetos y lugares que cohabitan con los personajes que opta por un estilo narrativo expresionista, habitual en las historias de terror pero novedoso al ser aplicado al género romántico. Así una casa encantada pasa a ser una casa triste y desesperada cuando hay desamor y alegre y abundante cuando hay amor.

Un buen director sabe contar una historia mediante imágenes, sonidos y música, empleando el guión de forma ingeniosa y funcional pero nunca subrayando lo que ya ha dicho la imagen. Wong Kar-Wai entra en esta definición, no es un director cuyos temas o interpretaciones sean difíciles pero hay que estar atento a todo el entramado cinematográfico: montaje, puesta en escena, enfoques, etc. para comprender y disfrutar sus películas.

Chungking express es la versión antitética de Ashes of time. Las dos películas son variaciones de amor. Ashes of time es un Wuxia (cine de samuráis y artes marciales) con un ritmo más pausado y reflexivo en un escenario desértico al contrario que Chungking express con un ritmo más rápido en la ajetreada Hong Kong cosmopolita. Curiosamente el rodaje de las dos coincide con el ritmo de los films, ya que Chunking express se rodó en el tiempo libre que le dejaba la complicada Ashes of time. Paradójicamente, a pesar del coste en tiempo y presupuesto del wuxia, éste consigue emocionar menos que la película que aquí reseño.

La banda sonora y las canciones pop se insertan en la película como motivos: de un personaje, California dreamin´ de the Mamas and the Papas para Faye; de un lugar, Things in live de Dennis Brown para el bar del dueño que trafica droga o indican acción y suspense, el Baroque de Michael Galasso para las escenas de acción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Cthulhu
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9 de mayo de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un lugar, dos historias.

Esa es la premisa de esta película. Todo se desarrolla alrededor del Midnight Express, junto a sus ensaladas y sus bocadillos de atún, junto a las luces de neón que anuncian nombres exóticos y rebajas imposibles, junto a los mismos vendedores (o casi los mismos), los mismos cocineros y los mismos clientes. Nunca nos alejamos mucho de ellos: lo más lejos a donde podemos llegar es una casa al final de la calle, pero tan pequeña, tan estrecha y tan maltrecha que cuesta diferenciarla de las calles abarrotadas de Hong Kong.

Lo que repele a mucha gente de esta película (y lo que nos enamoró a otros) es su tendencia a la repetición. Los escenarios y las canciones se repiten innumerables veces hasta rozar la esquizofrenia (y a veces más allá); pero no solo eso, sino que las dos historias que nos cuenta también se parecen entre sí, de tal manera que, tras unas semanas, es difícil diferenciarlas: los argumentos se mezclan y confunden hasta tal punto que, cuando uno vuelve a ver la película, le parece otra película totalmente distinta a la que recordaba. Y sí, la volveréis a ver una, dos, decenas de veces, porque esta película tiene un algo… un algo que voy a intentar aclararos.

¿Queréis de verdad saber qué es lo que tiene la película? Bueno, podría hablar de la exquisita composición de las escenas, de la magia de la cámara de Chris Doyle (el cual, por cierto, también tiene alguna película en solitario que merece la pena cotillear), la divina y obsesiva estética de Kar Wai, de las luces de neón que se derriten, se difuminan como tinta en papel secante sobre la pantalla; podría hablar de las maravillosas actuaciones, de esos actores semidesconocidos que quedarán en nuestra memoria para siempre; podría hablar de otras películas de Kar Wai, de su universo, de su lenguaje…

Pero la verdad es que prefiero hablar de las ganas que me han entrado de ir a Hong Kong, de vivir sus calles, su comida, su cultura, sus luces. Prefiero hablar de sensaciones y de emociones, porque esta película provoca algo en nosotros: nos hace darnos cuenta de la importancia de los lugares donde se desarrollan las cosas, de esas pequeñas historias que quedan detrás de donde pasa la gente.

¿He dicho que la película tiene un lugar y dos historias? Mentí como un bellaco. La película no está formada por dos historias de amor: son de hecho decenas, cientos de historias mínimas que han quedado prendadas en las paredes, como fotografías invisibles que sólo los implicados (y, claro está, el espectador) pueden apreciar. Ése es el tema de la película, y no otro: la vida que tienen las cosas, o dicho de otra manera, la parte de nosotros que no nos pertenece, porque pertenece al mundo, y que dejamos en el mundo sin darnos cuenta para que otros recojan.

Y esta es mi última confesión sobre la película. Lo demás se lo dejo a ustedes: descúbranla, denle una oportunidad, enamórense, porque esta película es lo que se merece.
August Strindberg
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