Río Bravo

Igual que hay gente por ahí a la que no le gusta el cine negro, o el jazz, o jugar al mus, o los huevos fritos, a mí lo que no gusta es el western, y eso que me he visto un montón, todos los clásicos, tantas veces que ni los distingo. Para mí son todos la misma cosa, río rojo, rio bravo, tierras lejanas, horizontes lejanos… me lío. Pero hace no mucho tiempo descubrí (gracias al amigo Ronnie) que ésta peli era aquella que me gustó hace tantos años, así que la volví a ver y sí: es mi clásico favorito del oeste, pero no deja de ser un western, y a mí no me gustan.

Pese a durar más de dos horas, pese a una historia de amor tonta donde las haya, pese a unos inoportunos minutos musicales, pese a que sale un actor malísimo peinado con tupé que imita a Elvis, pese a todo, Río Bravo se distingue y se queda en la memoria como una de las mejores películas del género rodada en aquellos años dorados. Y si hay algo, por encima de todo lo demás, que contribuya a tal distinción, ese es Dean Martin. También, por supuesto, el siempre entrañable Walter Brennan.

Brillante en todas sus facetas, “Río Bravo” contiene todos los ingredientes que podamos buscar en un western de raza. Howard Hawks dirige con mano firme una cinta cargada de poderío interpretativo y con un argumento cuyo peso es bien distribuido a lo largo de sus —se hacen escasos— 141 minutos de duración, logrando con ello que el interés permanezca intacto de principio a fin. El celebérrimo realizador, autor de películas como “Bola de fuego” (1941) o “Scarface, el terror del hampa” (1932), entre otras muchas de una intensa filmografía, nos habla de un pueblo acechado por una banda de desalmados comandada por Nathan Burdette (John Rusell), que tratará de liberar al hermano de éste, Joe (Claude Akins), de la prisión local en la que se encuentra custodiado por el sereno y contundente Sheriff Chance (John Wayne), a la espera de ser trasladado. La única ayuda de éste son sus ayudantes, Dude (Dean Martin), un alcohólico que se nutre de las monedas que le tiran con intención humillante en las escupideras del Saloon, y Stumpy (Walter Brennan), un anciano cojo y cascarrabias al que le fastidia que le traten como alguien que ya no sirve.

Para prevenir un asalto, aumentan la vigilancia en las calles con intrigantes y grandiosamente filmadas patrullas nocturnas, y siempre se mantienen con ojo avizor ante cualquier imprevisto que pueda surgir. El pueblo, como no podía ser de otra manera, está formado por multitud de personajes interesantes, de entre los que destaca la bella joven que llega en la diligencia, Feathers (Angie Dickinson), el afable regente del hostal, Carlos (Pedro González) o el joven Colorado Ryan (Ricky Nelson), un joven pero astuto pistolero que congenia con los protagonistas. Si como ya he mencionado, el apartado interpretativo es fantástico, no lo son menos el artístico, fotográfico y por supuesto argumental de la película, con un guión en el que todo resulta interesante y que ofrece una riada de estupendos diálogos que se disfrutan al paso en el que el bueno de Wayne se deja ver por el pueblo rifle en mano, o Dean Martin, Ricky Nelson y Walter Brennan nos deleitan con un recital de dos canciones (“My rifle, my pony and me” y “Cindy, Cindy”) ofrecidas en una amena escena.

“Río Bravo” es una cinta que se devora sin preocuparte por su duración, ya que en ella todo te mantiene interesado por sus historias, personajes, diálogos, momentos como los acompañados por el “Toque a degüello” del que en la misma película se ofrece información, etc. Es la viva esencia de ese western en el que conviven buenos y malos, rodeados de fracasados o engreídos, de aquellos a los que no les queda nada y de otros que lo quieren todo. Los jugadores de póker envuelven los tugurios locales con el humo de sus pipas y las provisiones de alcohol parecen quedarse cortas en los salones ante los gaznates tan secos de los que desean saciar su sed. Es ese aroma que huele a principios, y en el que el valor determina quién es un hombre o una serpiente…

—¿Crees que has inventado las borracheras? —No, pero podría patentar las mías.

Lo mejor de Rio Bravo, es el comienzo que tiene, todo un homenaje a mi parecer, al cine mudo, sin una palabra sabemos lo que está pasando y nos mete de lleno en la historia.
La historia que nos cuenta, es la típica historia del salvaje oeste, el típico sheriff, interpretado por un incombustible y único John Wayne, que tiene que enfrentarse a los malos de siempre en un poblado perdido en el oeste americano.
Lo mejor que tiene Rio Bravo, son las excelentes interpretaciones de los actores, John Wayne haciendo de sheriff, Dean Martin intepretando a un ayudante del sheriff sumido en una crisis emocional y luchando contra el alcohol y un eterno y gran actor secundario Walter Brenan dando su toque cómico haciendo de viejo tullido y cascarrabias. Y cómo en toda película del oeste que se precie, tiene que haber una chica que se lleva al prota al huerto y en éste caso tenemos a una bellísma y sensual Angie Dickinson.
En fín, buena película del Oeste, que hará un rato agradable a pesar de su largo metraje.

Recomendada especialmente para los que ven este tipo de películas como un entretenimiento televisivo de los sábados por la tarde. Un buen DVD, una buena pantalla...y a redescubrir esta gran obra del maestro Hawks.
Y es que detrás de la imagen simpática y aparentemente superficial de la película se esconde un portentoso trabajo de guión, diálogos y creación de personajes. Y lo que parece una simple historia de pistoleros se convierte en una reflexión profunda sobre valores clásicos como la amistad, la lealtad, la superación de los fantasmas personales, el valor y la percepción del bien y el mal. Y todo sin necesidad de salir de unos pocos escenarios en un pequeño pueblo; la ya legendaria cárcel, la cantina, el hotel, la calle que comunica los diversos espacios.
Personalmente dos de mis escenas favoritas; una la que abre la película, con el alcoholizado Dean Martin dejándose humillar por un trago de whisky. La otra con la banda de mexicanos tocando a sueldo de los pistoleros la "canción del degüello", avisando del destino que espera a John Wayne y sus ayudantes en la cárcel.
Y la sorprendente presencia de Angie Dickinson en un papel que dista mucho de la típica chica salvada por el Sheriff de tantos otros westerns. Una película que contiene el abc del género.

Grandísimo western dirigido por el gran Howard Hawks, la tercera de sus cuatro "Ríos".

Impecable realización, cuenta con un buen guión, unas interpretaciones notables de John Wayne, Dean Martin, Ricky Nelson, Walter Brennan y Angie Dickinson, una buena fotografía a manos de Russell Harlan y la banda sonora por Dimitri Tiomkin. En tan solo un pueblo, sin grabar en espacios abiertos, horizontes, praderas etc... (quizás para poder pagar el caché del reparto), Howard, consigue crear un ambiente de intriga con tópicos del género, como la ley, la perseverancia, la sinrazón, el amor, la crueldad...

Es difícil quedarse con una sola escena, por ejemplo cuando Dean y Ricky empiezan a cantar la canción de Just my rifle, pony, and me, ambos eran cantantes, cuando tienen "pillado" a Wayne y Ricky se le ocurre esa idea tan peculiar de salvarle... realmente un gran western, una de las cumbres del género.