Tierra de faraones

Película estilo documental con miles y miles de extras con una ambientación soberbia. Vivimos el Egipto de la época y seguimos paso a paso todos los secretos del sello final de la pirámide. Guarda tanta riqueza dentro que uno quisiera quedarse dentro con los sufridores siervos que se mueren con el faraón para asegurar el secreto.

El maestro Howard Hawks realizó esta vistosa y monumental superproducción como hacía Hollywood en sus épocas de esplendor. Una película de una magnitud gigantesca, que aunque resultó ser un fracaso en taquilla contó con una jovencísima Joan Collins (tan solo tenía 22 años) y el guión lo firma el prestigioso novelista William Faulkner. Una historia ambientada nada menos que en el antiguo Egipto, durante el reinado del faraón Keops, concretamente cuando ordenó construir la Gran Pirámide.

La espectacular e impresionante reconstrucción de la época cumple su principal cometido: deslumbrar al espectador con planos generales reales y muy detallistas de desfiles, excavaciones, flotas y sobre todo de la construcción de la pirámide. Sabemos que Hawks es un director que hizo de todo, así que por encargo aceptó de mala gana dirigir esta película con la promesa de que lo próximo sería un western, y así es como nació 'Río Bravo'. Para 'Tierra de faraones' el cineasta usó por primera vez el formato “scope” con excelentes resultados.

Como curiosidad, el director estaduonidense llegó a reunir la friolera de 10.000 extras contratados para el rodaje. En el reparto cabe destacar a una fabulosa Joan Collins como la ambiciosa y retorcida princesa Nellifer, con una espléndida caracterización chipriota.

Aunque se trata de un trabajo inferior en la filmografía de Howard Hawks, es una inusual película de grandes elipsis que resulta muy didáctica gracias a la narración en voz en off y que habla sobre la ambición de poder y la libertad.

Howard Hawks era una máquina haciendo cine. A partir de esa premisa se puede discutir; sin embargo, pocos podrán poner en entredicho la realidad de que este cineasta pertenece a una categoría muy exclusiva, un club que se reserva derecho de admisión: el de aquellos directores que pueden abordar con garantías cualquier clase de género.

Sin ser un amante de los filmes basados en el antiguo Egipto, Hawks aprovecha un excelente guión para narrar un film trepidante, en el cual siempre están ocurriendo cosas alrededor de la figura del faraón Keops (Jack Hawkins). Dentro de un acertado casting, sobresale Joan Collins, la cual crea una de las grandes villanas del séptimo arte, tan fascinante como ambiciosa.

La historia funciona a un ritmo coral, revelándose desde la élite aristocrática a los esclavizados y sufridos trabajadores que crearon el monumento, pasando por los arquitectos que diseñaron sus entramados, así como el marco de la ambiciosa corte.

Para rematar, su final es sorprendente e inolvidable.

A este halcón no había género que se le resistiera.

En donde, cuando el mundo era aún joven, era ya vieja la codicia y la ambición. En donde un sólo hombre era a la vez Dios y Rey. En donde la tierra era fértil al amparo de las crecidas. En donde las aguas eran generosas y un sagrado río era la lluvia. Y cuando los esclavos alzaban túmulos como montañas. Existió el país de Kemi, tierra de faraones.

La cinta nos propone una versión, seguramente de escasa similitud histórica (aunque todo es discutible), sobre el reinado de Keops y la construcción de la gran pirámide. Pero esto sólo es una excusa para narrar una maravillosa historia que nos mantiene entretenidos durante algo más de hora y media. Howard Hawks, al inicio, nos llena la pantalla con una era antigua, poco recargada de cartón piedra, o que apenas se nota. La inunda de opulencia, de lecciones de arquitectura y de la majestuosidad de Egipto. Después William Faulkner nos encamina a un relato de intrigas y conspiraciones que nos mantienen en la butaca hasta su final; el cual es magnífico.

Espléndidamente protagonizada por Jack Hawkins, un estupendo actor siempre infravalorado, junto con Joan Collins (la recordarán por la serie “Dinastía”) en la mejor de sus interpretaciones sin duda, y ambos secundados entre otros por un portentoso Alexis Minotís, al que no desmerece James Robertson Justice, ese magnífico secundario del cine Británico en las décadas de los cincuenta y sesenta.

En fin, una de esas grandes películas en cinemascope de los años cincuenta.

El estupendo realizador Howard Hawks abarcó casi todos los géneros en su extensa filmografía: el western, el musical, la comedia, el cine de aventuras y el cine negro. No podía faltar su incursión en el gran espectáculo histórico, tan de moda en los años 50. “Tierra de faraones”, siendo una producción mucho más modesta que “Quo Vadis?”, “Los diez mandamientos” o “Ben-Hur” es, sin embargo, una de las mejores aproximaciones al legendario Egipto y contó nada menos que con 10.000 extras (¡se dice pronto!) para las escenas de masas. Por lo demás, las intrigas de la trama hacen que resulte vistosa y entretenida. Por último, añadir que la actriz Joan Collins, en el personaje de Nellifer, es recordada como una de las mujeres más malvadas de la historia del cine. Su presencia en la pantalla es todo un espectáculo.