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...Y si no, nos enfadamos

Comedia. Acción Kid y Ben, amigos pero rivales, participan en una carrera de coches cuyo premio es un estupendo "dune-buggy", un minibólido rojo con capota amarilla. Después de innumerables peripecias, Kid y Ben llegan juntos a la meta, por lo que el minibólido les pertenece a los dos. Kid propone que se lo jueguen a "cervezas y salchichas".
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Críticas 42
Críticas ordenadas por utilidad
15 de julio de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá la principal película por la que serán recordados Bud Spencer y Terence Hill juntos como pareja de hecho en la gran pantalla es ésta coproducción entre Italia y España.
Confieso que soy fan de ambos desde que los viera por primera vez hace ya más de veinte años. Recuerdo que por aquella época llegué a verlas todas y varias veces incluso. Eran como una versión más latina y socarrona del gordo y el flaco.

Sus argumentos y personajes son siempre más o menos el mismo cambiando únicamente el escenario. Bud Spencer es el noble y bonachón, tan grande de corazón como de tamaño el cual siempre se deja manipular por Terence Hill, quien pone la pimienta y la picardía allá donde les lleve la historia. Incluso los actores que hacen de malos se repiten en alguna de ellas y siempre son tontos hasta decir basta. Las peleas se repiten también usando siempre la misma coreografía.
Con este grueso trazo de lo que son sus películas cualquiera diría que merecen la pena verlas. Pues sí, sí que lo merecen, porque son genuinos, porque son divertidos y porque en la simpleza de sus historias reside también su encanto.

En "...Y si no, nos enfadamos" encontramos todo lo dicho. Inolvidables todas sus escenas como la del gimnasio, la del coro (popopo popopo... laralaralala...) o ese Bud Spencer apareciendo en una moto ridícula y acompañados de una canción tan pegadiza como "Dune Buggy". Con secundarios además que engrandecen esta pequeña joya como Donald Pleasence (la mano derecha del jefe), Emilio Laguna como un simpatiquísimo director de coros y Luis Barbero como el entrañable anciano del taller.

Una delicia.
John Dunbar
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26 de marzo de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene el mérito de provocar sonoras carcajadas sin distinción de sexo, edad o condición social, sirviéndose de un humor tan sencillo como eficaz.
Bud Spencer y Terence Hill formaron una pareja irrepetible, que dejó huella entre quienes rebobinábamos el video para revisar otra vez las mejores jugadas en forma de hostias frescas y crujientes, repartidas con alegría y generosidad. Era importante que tales bofetadas nunca fueran excesivamente expeditivas, para que los receptores de los susodichos guantazos volvieran a por más con los ánimos todavía intactos.
Entre sus multiples situaciones graciosas se encuentran siempre dos gags que siguen pareciéndome geniales:
-Si durante el alboroto de la pelea suena un teléfono, es obligado parar, descolgar el auricular y que el incauto de turno al que supuestamente se reclama al aparato reciba su correspondiente sopapo por parte de Bud.
-Durante la trifulca, Terence se ensañará con alguien de un modo especialmente educado, luciendo en todo momento una cordial sonrisa y excelentes modales para quien esta recibiendo una soberana paliza.
Bud y Terence, dos tipos geniales, dos heroes de carne y hueso con quienes pasar hora y media de lo más agradable. Las risas, en este caso, estan aseguradas.
Pedro Soberano
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21 de junio de 2021
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más vale un por si acaso que cien pensé que. Dieta Mediterránea. Los Ángeles del Infierno. ¡Dispara! Más es más. Rojigualda. Las cruzadas. La kermesse heroica. Las aventuras de Jeremiah Johnson. El maestro en el erial.
Película feliz que si peca de algo es de demasiado intelectual y sofisticada y autoconsciente y compleja, casi muda de puro abstracta, un pequeño prodigio lleno de ingenio y alegría que disimula su mucha inteligencia y gran clase con paladas de vulgaridad pueril para despistar al más torpe y perezoso personal, que lo hay, para no alardear de todo su poder, para tratar, en definitiva, de esconder, por puro pudor y gran timidez, todo su enorme arsenal filosófico, literario y referencial.
Esta película juega en otra liga, se ríe en la cara de, por ejemplo, engendros tipo James Bond o de hombres que acaban con el imperio del mal en un bostezo, de procedencia norteamericana seguramente, de los Equalizer y/o patanes parecidos.
Esta obra rezuma Leone, es Sergio el grande, padre padrone, capocannoniere, pero pasada de vueltas, la parodia querida que le otorga nueva vida, más tierna, más liviana y ligera, no le hace falta sacar músculo para demostrar toda su grandeza.
Y es una reflexión pertinente sobre el peligro en el que se encontraba España, esa encrucijada, Madrid como capital y metáfora, de ser devorada por el capital extranjero en ese mismo momento eterno, de convertirse en la putita de todos, hecho que desgraciadamente se ha confirmado con el paso de los años, no en la forma de Casino, que casi tan premonitoriamente se produjo, pero sí en el fondo, de verdad, con mucho oprobio, hacen con nosotros todo lo que quieren, Alemania o USA, da igual, entre muchos otros, son nuestros amos, nosotros solo obedecemos, a toque de pito y de queda todo el santo día, nos tragamos todas sus propaganadas y aberrantes ideologías, nos las meten doblada y en vena, no tenemos dinero, estamos perdidos, bailamos su son, izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, un, dos, tres, suavecito para abajo, para abajo, suavecito para arriba, para arriba, bomba, un movimiento sensual, un movimiento muy sexi.
Y también, obviamente, es una preciosa historia de amor homosexual que parte el corazón y hace saltar chispas de pura pasión, la que protagonizan estos dos, los italianos de nombre anglosajón, hasta los nombres el imperio se ha quedado o nos ha robado, el macho Bud, seco e inexpresivo, duro y sobrio, y Terence claramente como la hembra de la pareja, esa caída de ojos, risueño, chispeante, inconsecuente, los roles hay que respetarlos, la planta hay que regarla, si no, nada de nada.
Me despediré recordando solo dos trozos o secuencias, que podrían ser muchas otras, por su enorme belleza, arte moderno, hermosa esencia, la del gimnasio o el eterno retorno nietzscheano traducido al lenguaje del populacho, y la del coro, un caleidoscopio, mil miradas, filtros y perspectivas para mostrar la realidad a través del humor, la precisión, de un suizo reloj, el teatro como de todo lo dado representación, la tramoya de la vida, el azar, el amor, el deseo, la muerte, todo entreverado y pluscuamperfecto y mesmerizado, eso y mucho más, o el correr del tiempo que se mueve mientras está más quieto, momento infinito de pura gracia cinematográfica, poseída, plena, enardecida, extática, enfebrecida, con Emilio Laguna, no podía ser otro, como el Dios creador que da vida a sus marionetas o criaturas que somos todos nosotros, también ellos, en fin, una orgía, una panoplia, mucha algarabía.
Ferdydurke
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7 de mayo de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que no me he reído tanto con una película en mi vida como con esta. No solo porque la haya visto veinte millones de veces, ni porque me traiga buenos recuerdos, ni porque las comedias de guantazos protagonizadas por este "dúo dinámico" fueran parte de la educación cultural de mi generación. Es que me hace gracia todavía hoy. Es que veo al Bud Spencer haciendo el gilipollas en el coro, o al "padrino" gritando feliz que "una cabeza rota es una cabeza rota" y me descojono. Me saltan hasta las lágrimas, en serio. Mi mujer me mira un poco raro cuando me pasa, pero bueno, será que no entiende la alta comedia italiana como yo.

O lo mismo el problema es mío.

Pero me importa tres cojones. Después de todo, una cabeza rota es una cabeza rota.
elviajero
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21 de mayo de 2013
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos colegas errantes, competidores de carreras, ganan un mini bólido en una competición, con tan mala suerte, que sin tiempo para disfrutarlo desaparece calcinado a manos de unos mafiosos que intentaban intimidar a unos feriantes para hacerse con su negocio. Lo que los mafiosos ignoran es que nuestros dos protagonistas (los insuperables Bud Spencer y Terence Hill) son auténticos eruditos en el sesudo arte de dispensar mamporros y que piensan batirse el cobre con todo el hampa con el fin de recuperar su preciado bólido. Eso sí, rojo porque “sí no, nos enfadamos”.
Argumento simplón y desarrollo lineal, simpático y a veces inocentón para esta película que es todo un recital de tortas, mamporros, yoyas, tundas, collejas, sopapos y soplamocos al más puro estilo “todos los públicos” en el que una victima mortal se antoja inverosímil ni existen las lesiones de médula ni los poli traumatismos encefálicos.
Es un filme de 1974 dirigido por Marcello Fondato cuyo título, tan clásico como estúpido en la traducción, es un icono de un tipo de cine ya extinto, “las comedias de ostias”, con música delirante y simpática, con un protagonista guapo con otro feo pero bonachón, chica guapa, causa justa y malos malosos. Si bien esta peli esta catalogada como infantil por lo que creo que ya no tengo 10 años sino 20 más asi que mejor donde fui no volver... recuerdo que cuando tenia diez años estábamos de obra en casa y habíamos alquilado el piso de arriba pues siempre estaba vacío y mis padres me dejaron un domingo encerrado en la habitación viendo la tele mientras bajaban a nuestra casa a echar un vistazo como estaban yendo las obras pero subieron corriendo alertados por mis carcajadas al visionar esta película.
David Mudarra
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