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Black Mirror: El momento Waldo (TV)

Drama. Ciencia ficción Jamie Salter es un cómico fracasado que se convierte en la voz de Waldo, un anárquico personaje animado de un típico late night de humor. La vida de Salter se escapa de control cuando, frustrado por el mundo de la política, el oso azul Waldo se convierte en un firme candidato en las próximas elecciones. Tercer episodio de la segunda temporada de la miniserie "Black Mirror" creada por Charlie Brooker. (FILMAFFINITY)
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
11 de abril de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Black Mirror es una serie británica de ciencia ficción, y aunque efectivamente se le nota lo segundo (lo de británica, por la ambientación, el estilo y la manera en que está rodada) no parece ni lo primero ni lo último.

No parece una serie porque en realidad no lo es. Está formada por dos temporadas de tres episodios cada una, pero los episodios son completamente independientes, no comparten ni argumento, ni personajes, tienen un todo distinto cada uno, y ni siquiera se desarrollan en un “universo” común. Realmente son como pequeñas (de unos 45 minutos de duración) películas para TV independientes entre sí.

Y no parece ciencia ficción porque aquí no hay naves espaciales, ni robots, ni viajes en el tiempo,... y sin embargo, es ciencia ficción. En general los episodios ocurren en un futuro muy cercano (te da la sensación de que los avances tecnológicos que se muestran en pantalla podrían estar disponibles a la vuelta de la esquina) e incluso algunos podrían ocurrir en el presente. Porque la CF es un género fundamentalmente de ideas, de preguntarse “¿Que pasaría si....?¿Cómo sería el mundo?¿Cómo viviríamos?

Y esto es lo que hace la serie. Realmente lo más interesante de cada episodio no es la historia que cuenta en si, sino el debate que abre o puede abrir. Porque lo que tienen en común todos los episodios es nuestra relación, un poco (o más bien bastante) enfermiza con la tecnología, con los medios de comunicación, con las redes, etc. y como por una parte somos totalmente dependientes de ellos y por otra los efectos perniciosos que pueden llegar a tener según como las usemos.

No voy a meter demasiados spoilers ni a revelar el final del episodio, pero si quiero contar que va, revelando el planteamiento inicial de su argumento, así que avisados quedáis....

Si te intersea, puedes leer más en: http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com/2013/04/black-mirror-cf-de-la-buena.html
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Seldon
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27 de febrero de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este tercer y último episodio de la segunda temporada de Black Mirror desgraciadamente deja un regusto amargo. Trata sobre un humorista del montón que da vida a un dibujo digital y socarrón llamado Waldo, el cual comienza su trayectoria política tras burlarse de un político de "carne y hueso" en un programa de televisión. El transfondo democrático-tecnológico llama la atención, pero no te deja pegado al sofá.

Esta serie es una serie arriesgada. Es todo un reto ubicarte, estremecerte y sorprenderte de nuevo en cada capítulo, manteniendo las señas de identidad, pero cambiando la ubicación, los personajes, el transfondo...

Charlie Brooker puso el listón muy muy alto en la primera temporada, y en los dos primeros capítulos de la segunda mantiene dignamente cierto nivel cualitativo, pero este tercero no está tan conseguido. No engancha, la historia de Waldo es fría, la dicotomía humano - oso azul no acaba de convencer y el concepto de MEME (véase el ensayo de Richard Dawkins llamado "El gen egoísta") ni esta muy trabajado ni llega a ser secundario. El guión no deja de ser tan sólido como siempre, pero la solidez por si sola no sirve para mantener la genialidad a la que hemos sido acostumbrados. Esperemos que este patinazo sea compensado con creces en la tercera temporada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
KinderWarwick
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30 de junio de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy real en un universo irreal. Soy humano en un mundo creado para máquinas. Porque ESTO y no otra cosa son los auténticos Juegos del hambre. O matas o te hunden. Puede que penséis que nunca llegaremos a ser ese mundo mecánico y automático del que hablan películas, libros y series, algo futurístico y distante. Por eso es importante saber que el futuro ha llegado. El presente es en sí mismo distópico. Oyes hablar de un mundo lejano donde la gente sufre, sus gobiernos autoritarios y corruptos les privan de sus derechos. ¿Y donde lo oyes? En la pantalla. En cualquiera de ellas. La metáfora del espejo negro que nos devuelve nuestro reflejo oscuro antes de encenderse y enchufarnos con esa pseudo-realidad perfecta, abstracta y vacía que estamos empezando a apreciar más que el aire. Y, ¿qué hacemos nosotros para revelarnos contra ese problema, en ese país subdesarrollado y mísero (llamémoslo Narnia)? Lo difundimos. Lo twitteamos con el hashtag #RevoluciónNarniana y clavamos puñales de indignación en la llamada red. Hasta ahí llega nuestra fuerza.

Nuestra vida huele a “Black Mirror”. Más bien apesta. Antes pensaba que Black Mirror era una serie futurista y lejana. Una barbaridad genial que nunca sucedería. Obviamente me equivocaba. “Da la impresión de que la mitad de las cosas que contamos en la primera temporada de ‘Black Mirror’ están pasando. Hay prisioneros en cárceles brasileñas montando en bicicleta estática para conseguir la reducción de la pena [similar al episodio '15 millones de méritos'] y Google Glass es prácticamente un incumplimiento del ‘copyright’ de ‘Tu historia completa’. Afortunadamente, de momento nadie ha hecho un chantaje vejatorio con cerdo incluido [punto de partida de 'El himno nacional', con el 'premier' británico en la trama]. De todas formas, si las historias de la segunda temporada empiezan a pasar, entonces sí que estaremos en peligro”, afirma Charlie Brooker el creador de la serie.

Pero, ¿tiene razón Brooker al afirmar que las historias de la segunda temporada no están pasando? No os voy a contar mucho sobre la trama de los capítulos, porque cuanto menos sepas, más te sorprende. Pero, ¿acaso no tenemos líderes políticos más ineptos que un muñeco de la televisión? ¿No hay ya robots virtuales capaces de recrear a la perfección una conversación humana real?

Black Mirror es una bofetada en la cara. Una bofeteada que hace que te plantees y replantees muchas preguntas de las que creías conocer la respuesta. ¿Qué es real?¿Cómo se ha de castigar a un criminal? ¿Hasta qué punto podremos llegar si seguimos así?¿Es la apatía un delito?

Y hablando en nombre de toda la humanidad (tengo complejo de superioridad) afirmo que deberíamos devolvérsela. Sólo hay que pensar el cómo. De momento me conformo con que veáis esta bofetada, que seguro que no os dejará indiferentes. No sólo por la realización, el increíble montaje, las acertadas actuaciones del reparto, el magnífico guión… sino porque irónicamente, la serie consigue romper e ir más allá del espejo negro que tanto critica.
Mr Sherlocks
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15 de abril de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien, como ya todos comentan, es el episodio menos contundente de la serie, debido a un guión pobre que daba para mucho más por el tema tratado, no deja de tener un contenido verdaderamente interesante por la crítica de carácter evidentemente político. Waldo representa en la vida real a todos los políticos, pues ellos son los muñecos manejados por intereses personalísimos que se esfuerzan en representar la falsa democracia, en armar el espectáculo y crear ese show electoral en el cual la masa ignorante cree y sigue fielmente. El político crea a su propio personaje con un discurso falso, a fin de cuentas no importa qué diga o cómo actúe, lo importante es conseguir seguidores para que el show siga adelante. Falsa democracia, esa es en la que vivimos.
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rosreymer
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30 de abril de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprendente guión cuyo contenido bucea en los entresijos infames de la política, desarrolla su tesis aviesa como un puñal certero, invoca a los malintencionados y perversos profesionales y desvela sus claves maquiavélicas con un ejercicio de naturalidad palmaria que hay que agradecer a C. Brooker.

Desde el punto de vista cinematográfico su aportación resulta excelente porque posee los ingredientes de una producción magnífica que se sustenta en su ambientación precisa,, en su conciso control del ritmo, en su ambicioso simbolismo, en su cuidado e incisivo diseño de los diálogos y, sobre todo, en una capacidad de fabulación admirable que va más allá que la simple narración de una historia.
Su grandeza radica en su talento para que la bofetada de celuloide duela en el rostro del espectador.
ABSENTA
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