Tú, yo y todos los demás

Da gustito que entre tanto megablockbuster digital lleno de acción diseñado para seducir a los adolescentes de medio planeta (a los Indios por ejemplo no, a ellos les gustan las historias tópicas de amor mil veces repetidas y aderezadas con bailes) haya un sitio, en la omnnipotente industria del cine norteamericano, para peliculas modestas y rarillas como esta. Películas denominadas "independientes" que en realidad son un género en si mismas, con su musiquita de guitarrista callejera melancólica y esa fotografía tirando a mala y sin medios suficientes para colocar paneles blancos que reflejen la luz sobre las caras a contraluz. Y con esos personajes de clase media que habitan en los suburbios pero que no son como las familias que salen -o salían-en las pelis de Spielberg, sino que tienen su toque friki, solitario, desconcertado, e insatisfecho, que les lleva a luchar por encontrar su individualidad y cumplir sus sueños al margen del implacable rodillo que va moldeando la poderosa corriente principal del American Way of Life. El toque poetico está logrado, y creo que con un poco más de oficio y medios y un pelín más de dramatismo en su línea narrativa esta peli podría haber sido una especie de "American Beauty" y dejar huella. Es probable que los normales (sea lo que sea lo que eso quiera decir) se sientan irritados y aburridos, pero los raritos, los mediopoetas o poetas del todo, los que como yo se levantan por la mañana y se preguntan ¿Pero todo esto, la vida, qué es? nos sintamos en cambio, al ver esta peli, algo confortados y en cierto modo menos solos.

Creo que esta película tiene un lenguaje único. Parece sacada de un sueño de una noche. Simplificación extraordinaria de las situaciones de la vida. En el momento que vi la escena en la que ella se pinta en los zapatos, tú, yo y comenzaba a jugar, pensé que me costaría mucho tener una idea negativa de esta película, que a mi, me tenía totalmente embrujada.
He leido acerca de ella, muchas críticas por su lenguaje sexual. Me parece absurdo que se critique la sexualidad cuando es puro instinto de superviviencia, aunque cada uno tiene sus gustos y creencias, es injusto acusar a esta película por mostrar muchos de los juegos, más imaginarios que reales, que tenemos el ser humano en ese ámbito. Tiene muchísima dulzura, tanto que mientras la ves, llegas a pensar que el mundo gira con un sentido absoluto. En ella se le encuentra lugar a las cosas que no las tienen y las que más importan en estos tiempos se olvidan, quedando en un lugar a parte. No es una película muy comprendida, pero el que la entienda seguramente la disfrutará mucho. Te hace reír, mirar, tener ilusiones, volar, querer probar y caminar por las calles pensando que las aceras son el recorrido de tu vida y los movimientos que hagas en ellas son esenciales, necesarios y únicos. Un placer.

A ver Miranda, hija mía, que no te da, que diría el Josebas. Con la de personajes estupendos que tiene tu película, que podrías haber rodado una trilogía si te hubiera dado la gana, ¡por qué carajo lo tienes que emborronar todo con esas escenas trascendentalmente intrascendentes y ese ritmo que podría dormir a las ovejas!. Si sólo te hacia falta un argumento algo menos inconexo (buen intento, pero Arriaga solo hay uno, siento decirte) y darle más importancia al factor humano, a la convivencia, eso que nos intentas vender durante hora y media como salvación del antisocial mundo contemporáneo y que en el fondo, como demuestra tu film, no te lo crees ni tú.
Y esa música por dios, esta noche voy a tener pesadillas…

Así que nada Mirandita, un cuatrete. Espero que para la próxima estudies más.

Por cierto, bonitos ojos.

Una historia sencilla, fresca, agradable, divertida, cotidiana, sin florituras...

Yo no sé si a la película de Miranda July le daría el calificativo de "cine independiente", pero de cine "humano y cotidiano" sí. Porque a fin de cuentas Miranda July no nos cuenta una historia imposible, extraña, estrambótica.. no, se basa en la cotidianeidad para contarnos una pequeña gran historia que hará las delicias del espectador que se aventure a verla.

Verla en primera fila en el Zinemaldi de Donostia (Festival de Cine de San Sebastián) mereció más que la pena, asún a riesgo de sufrir una tortícolis durante una semana.

Verla, disfrutar y después juzgar.

Miranda July fracasa estrepitosamente con un producto que, a base de interminables planos en coches que bien se podrían aprovechar para la secuela de Bullitt, intenta hacer que el espectador conecte con una historia convencional y que avanza dando tumbos hacia ninguna parte, al mismo sitio donde van sus grises protagonistas cada vez que salen de casa.

Empezando por la propia directora, infectada letalmente por el "virus Amélie", todos los que aparecen en pantalla son demasiado especiales, por no decir raritos. Y a consecuencia de esta postiza y excesiva tendencia a huir de lo convencional, la película resulta artificial y poco creíble, casi como un "Freak Show" en el que van desfilando personajes a cual más bizarro. Sólo se salvan los dos chavales negros, que bastante tienen con el barrio en el que les ha tocado vivir y que guardan una solemne huelga de silencio mientras se dedican a dibujar con puntos y guiones en la pantalla del ordenador; cualquier cosa mejor que mirar por la ventana.