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La señora Miniver

Drama Durante la Segunda Guerra Mundial, una familia inglesa que vive en un pequeño pueblo intenta sobrevivir a los bombardeos alemanes. La madre se encuentra al frente de la casa esperando que su hijo y su marido regresen de la guerra. (FILMAFFINITY)
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Críticas 34
Críticas ordenadas por utilidad
27 de diciembre de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La señora Miniver es una buena película, muy bien hecha, bien contada y con ciertos momentos muy interesantes, pero siendo una película muy correcta, tampoco me pareció una película excelente o que vaya a pasar a la historia del cine... es más, creo que, como he leído en otra crítica, ganó el Oscar por el momento en el que se hizo, unos años más tarde no sé si se hubiera llevado tantos premios.

Dicho esto, como he comentado, hay momentos muy interesantes... esa rosa que representa la lucha de clases y que se enfrenta a la burguesía, al poder... ese hijo recien llegado de Oxford que ha visto otro mundo y viene queriendo cambiar las cosas pero el amor acaba pudiéndo con todo... ese Dunkerque pre-Nolan en el que nos muestran la incertidumbre de los que se quedaron esperando a que regresaran los héroes... y la crueldad de la guerra, que no sólo alcanza a los que lucharon si no a todo el mundo...

Lastima de final... porque el tramo final me estaba gustando mucho y no me esperaba lo que pasó... pero en la última escena, con ese discurso final, para mí, lo estropearon un poco y acabé con sensación de bajón y de película buena pero no grande, como he venido diciendo en esta crónica.

En fin, igual no es una película que recordaré siempre, pero ha sido una parada agradable en este viaje por los Oscars que estoy dando... seguimos viaje.

Un saludo.
chato
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11 de febrero de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una delicia del cine clásico. Nadie como Wyler trataba la profundidad emocional de unos personajes comunes y corrientes. El trasfondo de la Segunda Guerra Mundial visto desde una Inglaterra costumbrista resulta un escenario perfecto donde evadirse de la Europa de guerras que, de cualquier modo, no deja de salpicar las deliciosas vidas de nuestros habitantes, más preocupados por ganar concursos de flores que de participar en contiendas continentales.

www.sala1895.blogspot.com
Dogme 1988
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2 de octubre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que "La señora Miniver" es una película de guerra, una clásica película de guerra. Como no podía ser de otra manera, el paso de los años, consiguió que el abundante caudal de películas que sostenían su trama en sucesos y hazañas de todo orden de la Segunda Guerra Mundial se viera notablemente reducido para ser reemplazado por otras que recogen sucesos puntuales de los enfrentamientos bélicos modernos.
Como decía, "La señora Miniver" es una película de guerra, pero una película de guerra doblada en película de propaganda; honrada, plenamente justificada, pero de propaganda al fin y al cabo. Lo que pasa es que es muy distinto darle la batuta para que la dirija a un maestro como William Wyler, como es el caso, a dársela a un patata, como ha sucedido en otras muchas ocasiones.
Ante todo y en primer lugar hemos de fijarnos en el año de su realización: 1942. ¿El escenario?. Desde el Londres del verano de 1939 hasta la Gran Bretaña que sufre los primeros bombardeos de la Luftwaffe.
En la primavera de 1942, la Gran Bretaña empezaba a respirar aliviada, pues la derrota y aniquilamiento de Francia, que la dejaba sola frente a la máquina de guerra alemana comandada por aquel animal que respondía por Hitler, iba a verse mitigada por la aportación de los USA. En diciembre del 41, los japoneses habían tenido la desdichada idea de atacar Pearl Harbour, arrastrando al gigante norteamericano, hasta entonces ensimismado, a entrar en guerra. Alemania, siguiendo aquella máxima griega que afirma que los dioses ciegan a quienes quieren perder, se precipitó a seguir los pasos de su aliado oriental.
Como digo, se trata de una película de propaganda, como ponen claramente de manifiesto los epígrafes petitorios de ayuda económica que se dirigen a los espectadores y que aparecen en pantalla tras la palabra fin. Pero, amigos míos, como decía antes, qué gusto ver películas de propaganda sobre el angustioso estado en que se hallaba la Madre Patria británica, se entiende que para los estadounidenses, cuando el fresco que diseñan los intérpretes tiene tamaña calidad. El tal fresco recoge el diario acontecer de una familia de clase media que vive en un pueblo a unos kilómetros de la capital. La historia que se nos cuenta está tan próxima en el tiempo a los sucesos que narra que no precisa inventar nada, basta con atenerse a un simple relato periodístico de lo sucedido en esos meses: Dunquerque, con el heroico rescate de los 400.000 soldados británicos atrapados entre los alemanes y el mar y que son repatriados en un alarde de coraje y responsabilidad por la población civil, a bordo de cualquier embarcación que tuviese más de ocho metros de eslora, los primeros bombardeos y sus terribles consecuencias, etc. sucesos que se entreveran a la perfección en la cotidianidad de la familia Miniver.
Como siempre que un maestro se halla a los mandos del timón cinematográfico, los personajes tienen carne y tienen hueso, no son meros muñecos gestores de la acción, sino que la justifican y enriquecen con su destino particular y su idiosincrasia. Una delicia, por ejemplo toda la historia de la exposición-concurso de flores de lady Beldon, en torno a la que gira, casi se podría decir, toda la película y que pone de manifiesto lo que la guerra significará con respecto al paso del tiempo y al cambio social que augura. La cocinera de los Miniver, por ejemplo, es un personaje secundario sin duda, pero no por ello deja de ser un personaje en toda la extensión de la palabra, a la que basta cuatro frases para diseñar su humanidad; como lo es también su compañera, la camarera y su incierto noviazgo, que se ve entorpecido en el mejor de los momentos por la llamada a filas del novio. ¿Y qué decir de Mister Ballard, campanero y jefe de estación, o de la propia lady Beldon, interpretada por la magnífica Dame May Whitty, una aristócrata muy posesionada de su papel en la historia que se nos cuenta.
La destrucción de la guerra y la muerte forman parte también, como no podría ser de otra manera, de la trama de la película. El sermón del párroco a la feligresía reunida en los restos de la Iglesia bombardeada, que cierra la película es, pese a todo, un sermón de aliento y esperanza, lo que, insisto en ello, teniendo en cuenta que cuando se firmó esta película la guerra no pintaba muy bien para las armas aliadas, tiene mucho mérito.
Y como perla, una chafardería: Richard Ney, el actor que da vida a Vincent Miniver, era en el momento de la filmación un pipiolo de 26 añitos; pues bien, no tardaría un año en contraer matrimonio con Greer Garson, su madre en la película, que le sacaba 12 años. No hace falta recordar que en “Con la muerte en los talones” Cary Grant tenía por madre a Jessie Royce Landis, quien tan solo tenía seis años más que él. Respecto al matrimonio de Greer Garson, hemos de lamentar que acabó pronto, a los cuatro años y que lo hizo, como suele ser bastante común, entre insultos y desatenciones mutuas.
Toribio Tarifa
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28 de febrero de 2006
14 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aaaah, esta es una película bonita, de las de antes. Los chicos se hablan de usted, los besos no son de tornillo, los padres son encantadores, los hijos repipísimos, la vajilla de porcelana, todos comen erguidos y nadie sorbe al beber (por cierto, ¿por qué en las películas que se hacen ahora todos arman tanto ruido cuando beben?). Ambientada en un pueblo inglés durante la II Guerra Mundial, "La señora Miniver" es una película de las de antes, con buenos sentimientos y mejores intenciones. Allí todo el mundo es bueno menos los alemanes. La pareja femenina está fantástica, con esas caritas tan dulces, tan vibrantes, tan... femeninas. No lo dudes, cógela en vídeo: le encantará a tu madre.
Emilio Cappa Segis
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25 de abril de 2009
14 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me resulta imposible ver esta peli como algo que no sea más que un panfleto propagandístico, eso sí, muy bien escrito y realizado por uno de los más grandes directores de la historia, como es William Wyler (en estado de gracia tras La carta, La loba y varias de las muchas obras maestras que dirigió a lo largo de su carrera).
La cosa desprende desde un principio una clara intención política, animar a las masas a involucrarse en la guerra que asolaba a la vieja Europa; pintando una Inglaterra unida en la desgracia, en la que todas las clases sociales arriman el codo para levantarse contra el pérfido enemigo común alemán (lamentable alguna escena en la que el hijo de los Miniver, Vin, se atreve a dar un discursillo de un socialismo naïf de lo más epatante). Todo está muy bien estructurado para dar esa dimensión publicitaria al conjunto, rematado por el discurso del vicario, alabado por Churchill y Roosevelt, y que llegó a ser conocido como el "Wilcoxon Speech", en homenaje al actor que lo pronunciaba.
De parábola antibélica, nanay de la China, esto es un canto a la lucha contra los nazis, a implicar al grueso de la población en una guerra, y , sobre todo, a animar a los EEUU a unirse a un conflicto en el que en un principio habían querido permanecer como meros observadores.
Cinematográficamente hablando, poco hay que comentar, siempre he pensado que Greer Garson es una harto improbable ama de casa y madre de familia, sobre todo de su hijo en la pantalla (que sería un breve marido en la vida real), Richard Ney, lo mismo que la pamplinez de Teresa Wright, aunque sí me hace gracia el aspecto guasón de Walter Pidgeon y el trabajo de Dame May Whitty como la Lady Beldon, la abuelita representante de esa tan apolillada nobleza británica.
Ah, y me sigue fascinando el doblaje femenino lloriqueante que tan de moda estaba en la época, le otorga a este tipo de pelis un cierto gustillo "retro" que hace agradable de ver una manifestación artística tan maniquea, que detestaríamos, sin duda alguna, en nuestros tiempos.
babayu
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