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La fortuna de vivir

Comedia. Romance. Drama Francia, años 30. Garris y Riton viven en las marismas, a orillas del río Loira, trabajan juntos y comparten su vida con dos amigos más: Tane, conductor de tren, y Amedée, soñador y devorador de clásicos literarios. Los cuatro conocen a Pépé, un anciano millonario que proviene también de las marismas, pero que no reniega de su humilde pasado. Garris se enamora en secreto de Marie. Por su parte, Riton provoca la ira de Jo Sardi, un ... [+]
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Críticas 41
Críticas ordenadas por utilidad
25 de febrero de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es ese pantano donde vive la gente sencilla que protagoniza esta historia plena de lirismo y sensibilidad, el auténtico lugar que define a sus moradores. Un film que proclama para sí la tradición del cine aromáticamente rural que habían practicado maestros como Jean Renoir o Marcel Pagnol, con tonos de un cierto realismo poético del periodo de entreguerras. Aunque por supuesto sin pretender igualar su profundidad humana, quizás por respeto y reverencia. Bonita película costumbrista en clave de comedia sentimental, crónica de las vivencias de dos buscavidas humildes, amantes de la naturaleza y celosos de su independencia, que sobreviven realizando las tareas más diversas: pescar, adecentar jardines, recoger caracoles, pedir la voluntad de los vecinos cantando bajo los balcones con la llegada de Mayo, entre otras. Cinta llena de pequeños detalles jocosos y nobles, conmovedora y emotiva, de personajes pintorescos en hermosos parajes fotografiados de forma excelente, llena de luz y un penetrante color natural.

El retrato de unos personajes en una idílica pintura de época, a veces con excesivas buenas intenciones, dentro de un elogiable canto a la solidaridad, la amistad y el realismo social. “La fortuna de vivir” es un canto a la vida, donde el ser humano se enfrenta a dos fuerzas antagónicas: la primera a favor de conservar esa vida, disfrutándola bajo la expresión del amor; la segunda tiende a destruir lo que el amor ha creado, mediante el sentimiento del odio. En cierta medida las dos son necesarias porque la muerte forma parte inseparable de la vida; si nada se destruye, nada nuevo puede surgir, es el ciclo vital. Las dos opciones se mantienen en un equilibrio constante, pero a veces se rompe imponiéndose una de las dos, como cuando damos rienda suelta a nuestro odio o cuando tratamos de ir más allá del placer, ignorando el límite de la realidad. Ritton (Jacques Villeret) está entregado al disfrute pleno de la vida, es un “bon vivant” que disfruta de los placeres del alcohol, las mujeres, trabajando poco, teniendo que depender de Garris (Jacques Gamblin) haciéndose cargo de la responsabilidad y obligaciones de Ritton. Por eso las normas que el no sabe seguir, las debe suplir su amigo Garris, siempre vigilando sus excesos.

Es lo que le pasa al impulsivo boxeador (Eric Cantona), mientras su agresividad está canalizada al servicio del deporte, todo va bien porque hay unas reglas, el problema es en la vida real, cuando olvida que también existen reglas de convivencia. Así pierde los nervios cuando el imprudente Ritton intenta seducir a la novia del celoso boxeador, confundiéndola con Pamela, la esposa del orondo zascandil. El caso del noble Garris es todo lo contrario, él regresó de una guerra traumatizado con tanta muerte y violencia que no sólo destruye la vida, también el interior de las personas. Dolido por la barbarie, se dedica a proteger a su amigo y a su familia para contrarrestar toda la destrucción que sufrió y que tal vez él mismo causó. Disfruta de la vida pero sabe de los efectos nocivos que todo exceso conlleva. Trabaja para vivir con dignidad de su labor sin aceptar ayudas económicas de amigos bienintencionados que sin importarles el dinero prefieren la amistad. Manteniendo la esperanza de encontrar de nuevo a su gran amor Marie, que aunque se marchó de aquellas tierras, sigue amándola. Porque algún día debe preocuparse de vivir su propia vida y dejar que su amigo Ritton asuma obligaciones, ya que lo contrario sería dependencia y alimentar una burda pasividad. Una película sencilla y humilde pero plena de ternura y amor evocador.
EL ALBATROS
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3 de noviembre de 2012
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene un arranque formidable, con uno de los mejores viejos que recuerdo. Su escena en la cabaña con el protagonista recién llegado es la mejor de la película. Después, una tarta recubierta de crema "Beatusille" con muchos trocitos de bondad natural rousseaniana. La ciudad contamina todo eso, por lo tanto se bebe vino, se oye a Louis Armstrong y se pasea con el nieto por esa lagune, nunca por la ciudad. Para enfocar esto hay que desenfocar los personajes. Están tan desenfocados que resultan ridículos todos: los dos principales, arquetipos cervantinos, representan a Quijote y Sancho, y en su universalidad es imposible que no gusten. Luego está el ridículo Amedee, una vieja maricona que va al pantano porque le gusta el prota, (aunque esto ni se sugiera); un salvaje boxeador, (muy mediocre actor Eric Cantona), que pasa de bestia a metafísico; otro viejo, este rico, que sería desechado para una película de Disney por exceso de sucre, con una manta con olor a borrico; y lo peor, la familia del viejo rico, (ni la Monster, oiga), grotesca caricatura que insulta la inteligencia de un espectador medio. La maniquea forma en que los ricos son malos y los pobres buenos da risa hasta en una película cuya prioridad es el buen humor y las buenas intenciones.
Un bañito de nostalgia por aquí y allá, al horno y lista para consumir. Viendo fotos del director Jean Becker, (gloria a su padre, un cineasta de talento muy superior al del hijo), se nota que es una buena persona. Como los personajes que pueblan esta cinta, en que hasta las ranas aceptan su destino con una sonrisa en la boca.
No es gran cosa, pero es tan bonita...
berenice
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9 de abril de 2008
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia dramática acerca de la amistad y la alegría de vivir, narrada por Cricri, una niña en la época representada (después de la primera Guerra y hasta aproximadamente la segunda) en un rincón de Francia. Un par de buscavidas sencillos y simpáticos, Garris (Jacques Gamblin) y Riton (Jacques Villeret), que viven a la vera del pantano, se ganan la vida vendiendo en la ciudad lirios del campo, anguilas, ranas y caracoles. Sus amigos, Amédée (André Dussolier), amante de la literatura y el jazz, y Pépé (Michel Serrault), ricachón, gozan de la amistad de aquellos personajes y de la vida campestre. Una anciana encantadora y generosa es Mme. Mercier (Gisèle Casadesus). La mujer de Riton y la hija de Pépé son muy, pero muy, molestas. Los niños, deliciosos. Otros personajes completan el paisaje humano. Nostalgia de la vida simple, de los años y las costumbres idos. Para disfrutar, una cándida comedia.
Leonel
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26 de noviembre de 2012
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kurosawa, Antonioni, Bresson, deberían haber visto esta pausada y deliciosa película de Jean Becker. No nos hubieran machacado con tantos tostones porque hubieran comprendido como se hace un tipo de cine pausado pero con ESENCIA. ¿Y qué es la esencia en esta excelente película? Pues, por ejemplo, una bellísima fotografía que tiene vida propia, que 'habla por los codos', que es un personaje más. Por ejemplo, llenar los planos y secuencias de personajes trascendentales, imprescindibles, muy distintos entre sí pero aportando cada uno de ellos su personalidad, añadiendo la información precisa, y hacerlo con muy poco, con unas palabras, con algún gesto, con miradas. Y, sobre todo, el auténtico logro de esa esencia es el de obligar al espectador a captarlo todo, a poner su alma y su entendimiento en cada plano, a impregnarse por completo de belleza, de sentimientos, de reflexión. Vamos, a deleitarse plenamente. Todo eso es lo que consigue Jean Becker, y de paso, nos enseña que las pequeñas cosas no son sólo esencia de la vida y esenciales en la vida sino que, además, nos proporcionan felicidad.
el chulucu
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3 de enero de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que gozada de película, que canto más bello y honrado a la amistad y a los mejores sentimientos del ser humano. En este mundo demasiado infame, esta película demuestra que el bien aún existe. Y no es poco. Esta película sienta bien al alma. No se la pierdan. El título en francés es LOS HIJOS DEL PANTANO pero debo reconocer por una vez que el título castellano casa bien con la película.
joelius
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