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Señor Manglehorn

Drama A.J. Manglehorn es un ex convicto que, cuarenta años atrás, renunció a la mujer de sus sueños a cambio de dar un gran golpe. Ahora reside de manera humilde y discreta en una pequeña localidad, viendo pasar los días en soledad. Hasta que su pasado sale a la luz sorprendiendo a sus vecinos.
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
12 de septiembre de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película Indie. Es decir, una de esas que narran el reverso del sueño americano con una realización un poco desangelada y con la incomunicación como lema. Y eso que el director se marca algunos montajes paralelos extraños y alguna secuencia onírica para enunciarse como artista. También hay secuencias en las que Manglehorn cambia una bombilla, más que nada porque se ha fundido.
Lo mejor de todo es que está Al Pacino, mi actor favorito, que sabe hasta cambiar una bombilla con elegancia, al que han conseguido embridar su tendencia a la sobreactuación. Y eso que hasta sobreactuado, Pacino es grande. Pacino interpreta a un sesentón cuya familia está rota: él está separado, igual que su hijjo, un hijo que ha elegido el camino que su padre no quería para él, el de broker obsesionado con la posesión, mientras que Manglehorn, el protagonista vive con una sencillez espartana aliviada por tres pasiones. Su nieta es su mayor conexión con la humanidad y su gata persa blanca su compañera de piso. Pero el principal drama de su vida es que vive anclado en el pasado. Ha construido un altar -literalmente- con la memoria de una novia de juventud, que le impide vivir el presente, anclado en un pasado idealizado que ciega la felicidad que tiene al alcance de la mano con el personaje interpretado por Holly Hunter.
El fantasma del fin de ciclo existencial, de la muerte, del suicidio por inanición emocional recorre cada plano. Siendo un film indie nos tememos lo peor. Manglehorn deja abierta la posibilidad de lanzar al mar su pequeño barco y dejarse morir. No obstante…
Jmpg2012
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15 de agosto de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obsesionado por la fantasía de lo imposible, acaba aceptando la realidad de lo posible.
¿Cuánto tiempo puede durar el interés y la curiosidad por Clara, la mujer fantasma recordada con devoción, amor y eterna constancia por su decrépito y hundido amor no correspondido? Y la atención y estima por este herido solitario, escéptico de corazón destrozado ¿da para hora y treinta y siete minutos de ánimo y acepción o, su sugestión se desvanece y apaga conforme pasan los mencionados segundos agrupados?
Lamentos de una vida no sentida impregnan la pantalla, nostalgia de sentimientos no vividos que empañan los realmente elegidos, tristeza agónica de rutina sin esperanza donde sobrevivir supone misma tortura que dejarse llevar por la destrucción y su amante vicio, recuerdos que se interponen en la ofuscada ordinariez que queda después de una existencia desperdiciada y llena de doliente melancolía y que son lo único que queda después de tanta inmundica expresada pero, ¿no repetimos y volvemos a mostrar lo ya expuesto, con diferente frase aunque igual nulo propósito?
"Busco la felicidad", pero ésta devuelve las cartas sin abrir, no se molesta en leer la petición de ayuda y súplica de quien está moribundo, quemado y a un gesto de rendirse, un fantástico Al Pacino, a quien en su vejez le caen papeles estupendos y agradecidos donde exhibir todo su arte, como exclusivo protagonista que llena magistralmente la cámara con su imperceptible ser, invisible de referencia, para quien no hay nadie, amargado, apenado, sufridor compulsivo que intenta llenar el tiempo y motivación del receptor asistente, con valentía y coraje, pero que despierta poco entusiasmo y fervor por saber si destrozará, será destrozado o encontrará la llave que retire tanta penuria, ardor y nostalgia para tratar de tener algo cierto y verdadero.
"Las manos ociosas son las armas del diablo", y aunque este guión de Paul Logan no es holgazán ni inútil, si que resulta un tanto estéril e improductivo a la hora de su incursión y disfrute, la historia que dirige David Gordon Green se centra, en excesiva incompetencia de resultado, en un personaje que necesita de más decorado y apoyo sustancial para rendir y atraer, seducción que se desinfla ante la falta de refuerzo pues él, mister huraño Manglehorn, no es suficiente para entretener toda la velada, vacío gravitatorio que se llena de lejanía emotiva conforme ruedan las escenas y el indiscutible titular demuestra incapacidad manifiesta para obtener rendimiento de su incesante presencia.
Torpeza de camino, que se cierne sobre si mismo, olvidando la ganancia de ampliar el repertorio y reforzar al hosco díscolo con material sólido y consistente, tanto anímico como físico, juega al solitario en convencida partida que sólo a él tienta y arrebata y, como ermitaño penitente y arisco, se esfuerza y empeña en su intento pero no logra acierto pleno ya que, este voluntario insociable, que aún así necesita de la gente, baila para si mismo descuidando que son dos las personas que forman una pareja en la delicia del movimiento conjunto ya que, importante es no perder la querencia y pasión del público y mantener su ritmo acompasado y productivo al son del tuyo.
Bravo por ti, Al, que todavía tienes oportunidad de papeles donde plasmar tu aún intacto espíritu actoral, menos satisfecho un espectador que no acumula, precisamente, alicientes para ovacionar la trama, aplausos para el susodicho maestro/para la cinta desgana en aumento progresivo que, como esperada fábula que intercede, busca mansedumbre compasiva, de quien logra ver y entender, en su final, decoro de sobriedad reincorporada a las circunstancias.
El ogro hace ruta de pasos deprimentes, se convierte en persona, alma que se rodea de adyacentes pero, la audiencia sigue sin sensación de afecto o complacencia que le ensalce, únicamente insomnio perenne, sin rendimiento ostensible, del seguimiento de una excentricidad sin carácter ni entidad como señuelo; carencia es el sustantivo que más viene a la mente, pobreza y falta de interior que explotar, limitación que sufre la ilusión y fortaleza de un vidente que ve reducidas sus posibilidades de placer, gozo y alegría según observa sus fotogramas.
Es él sólo, el hombre invisible, el que no quiere mirar en el espejo por la antipatía de su reflejo, el que vagabundea, molesta y desaparece, cuya huella borrada a nadie importa porque nadie contempla, nadie le busca, nadie le ve pues, sólo es la nada indiferente en el cristal de su vida; nadie se volvió alguien, vacío el cuarto y dejó entrar la luz/tú sigues huido y distanciado de su vida y milagros, su corazón vuelve a palpitar de esperanza/el tuyo sigue mudo y famélico a la espera, que ya no desespera porque, sinceramente, nada llega.
Retirada por omisión e insuficiencia, su dolor no trasciende.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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7 de septiembre de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película que tiene varios defectos, descompensada e irregular, merece la pena ser vista. Por la sencilla razón de que es muy ambiciosa. Trata de explicar lo inexplicable. Cuando se quiere contar lo incomprensible, de ahí quizás el surrealismo y lo ilógico de algunas escenas, suele suceder que como geiseres surgen atisbos, fragmentos de lo que se desea narrar pero no se consigue hilar una historia dónde quede plasmada esa explicación en toda su extensión. Quizás porque no la hay. Y es que el ser humano es cotidiano y aburrido. La búsqueda y prolongación de la magia que a veces nos asalta puede dejarnos enganchados para toda la vida. Quizás ésta era una narración para la página y no para la pantalla.
Cuando uno ha experimentado la magia en la vida……… no sé, una mirada, un pensamiento, un instante de comunión con la naturaleza, cuando uno siente que la vida puede ser intensa siempre ya no se conformará jamás con menos y la vida cotidiana se convierte así en una rutina agotadora y decepcionante. Aunque casi todos nos resignamos y esperamos, sin dejar por eso de vivir.
En esta película se nos cuenta cómo un hombre ya viejo, con su vida casi gastada, a la deriva, coge el último autobús a la cotidianidad y da por perdida la magia, aunque haya ese guiño final del mimo que parece darnos algo de esperanza. O quitárnosla, indicándonos que si queremos siempre magia hay que ir al circo, a ver magos…..o mimos, pero no esperarla de la vida, al menos a todas horas.
Ese hombre viejo y decrepito, el director quiere remarcarlo, es el Sr. Mangelhorn, que no vive la vida que va sucediendo. Se ha comprometido con unos principios férreos, esperando a Clara, su paraíso perdido. Su hijo multimillonario, su ex-esposa, su nieta a la que adora pero que no le llena, su conocida del banco, su gata…todo conforma una estación de espera a la que no llega el autobús deseado… y se desespera…en vano. La vida es así. Al final, como he dicho, claudica.
Ésta es la historia en sí. En cuanto a lo propiamente cinematográfico, las escenas están articuladas sin ritmo, sin conexión a veces y con detalles que se quedan en promesas que no cuajan. Remarcar que cuando se trabaja con un actor como Al Pacino se corre un serio peligro del que es muy difícil salir airoso. El actor se puede comer la película, que es lo que pasa aquí. Un actor grandioso en una película no grandiosa es como una farola en un escenario oscuro, se ve la farola pero queda desdibujado el resto. Para un actor grandioso se necesita un escenario que esté a su altura. Nunca olvidaré unas escenas de “El último tango en París”, otra historia de hombre a la deriva, con el rostro de Marlon Brando en primer plano. Jamás el cine ha plasmado como en ese fragmento la desesperanza, la desilusión y la amargura de la vida infeliz. Pero es que la peli de Bertolucci estaba a la altura de Marlon Brandon. Toda la película lucia clara y diáfana. La luz que despedía Brandon sólo contribuía a enriquecerla en matices. En ésta, demasiado actor para una película con muy buena intención pero que no acaba de cuajar. Aún así hay que ir a verla. Por Al Pacino y por los destellos de gran película que tiene.
No he dicho nada de Holly Hunter porque, correcta y equilibrada, en la penumbra bastante tiene con sobrevivir, cinematográficamente hablando.
cinefiloman
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10 de marzo de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran papel de Al Pacino en este drama sobre un viejo solitario y amargado que convive con una gata. Pacino llena la pantalla totalmente, sólo los momentos en que aparece Holly Hunter le quitan algo del fulgor que alcanza en la interpretación de ese anciano cascarrabias que perdió un amor, y que no se da cuenta de que hay algo más que su soledad, o que los que le quieren como su hijo, su nieta, la empleada de banca e incluso su gata pueden llenar sus vacíos.

Reflexión sobre la soledad en la senectud, algo a lo que se ven abocados muchos seres humanos, voluntaria o involuntariamente.

Dramón con visos de realidad y donde muchos se verán reflejados.

Aprobado, 5.
andeltor
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26 de agosto de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es suficiente tener a un gran actor y a buenos secundarios, ya que hace falta algo más para que una pelicula sea unn película en el sentido que deseariamos que fuesen las peliculas cinematrograficas, es decir, arte, entretenimeinto, emoción, sentimientos, etc.
Esta pelicula es aburrida, lenta y a veces desagradable y no la puede salvar la interpretación de sus actores, todos ellos magníficos.
juan8100
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