Un amour de jeunesse (Primer amor)

Mia Hansen-Love hace de un tema tratado y universal una película de una gran belleza y poesía.
Primer amor va de menos a más. La cinta no arranca hasta pasada media hora, parece quedarse estancada. Te preguntas si su directora querrá contarnos algo más y es a partir de ahí, sin brusquedades, con la realidad de la vida como base que continua.
Como en su siguiente realización, Edén perdido en la música, el film avanza con saltos en el tiempo, apenas unos meses o años que en la edad del descubrimiento equivalen a muchos más en la edad adulta.
Mia H. rueda con largos silencios, diálogos precisos, planos llenos de poesía apenas aguantados unos segundos, todo en perfecta coexistencia con la escena que graba.
Primer amor no busca explicaciones a sentimientos tan autodestructivos como inexplicables son el origen que los genera. No hay culpabilidad en los personajes, ni en el entorno. Asistimos a la realidad misma de las relaciones sentimentales en las que cada uno es un yo personal, con nuestros sueños y cadenas que nos impiden realizarlos.
Lola Créton, el personaje de Camille, requiere más registros que los que la actriz ofrece, acentuado por el peso que soporta en el film y el gran protagonismo que ejerce. Aunque la cinta es de un tono eminentemente triste no basta con llorar y mantener la misma expresión de seriedad, da la sensación de realizar un papel rutinario. Mia H. no supo sacarle un rendimiento más elevado a la joven Lola Créton.
Hay que destacar al equipo de vestuario entendiendo adecuadamente lo que las escenas proponían haciendo pasar desapercibido una vestimenta y una estética de unos años tan recientes en la memoria que es imposible engañar al espectador.
No desvelo nada al significar el abrupto y poético final que sugiere a la Ofelia de Shakespeare.

Evocación a los sentimientos, Mia Hansen-Love demuestra que comprende mejor que nadie la palabra "sutileza" para, en este caso, contar una historia desde el corazón de su protagonista, define y redefine a ese primer amor que todos tuvimos, o debimos tener, con todas las aristas, especialmente las más dramáticas y sentimentales. Quizás una inspiración para "La reconquista" de Jonás Trueba.

La pasión, el dramatismo, ese fin del mundo que esconde al primer amor adolescente, en el rostro siempre en devoción y dolido de la jovencísima Lola Créton que es fruta que explota y se deshace en la boca, él en cambio es la rebeldía, los sueños, y los chicos a esa edad. Todo tan bien plasmado, tan dulce, como la comida de la campiña francesa, ese regusto del final de un manjar copioso.
Después queda ella y como va siendo ella por si misma, con el mismo rostro pero sin esa dulzura de fruta. Quizá se pierda demasiado en el proceso, en un camino largo en el que no le acompaño, pero acaba resultando tediosa, deseando continuamente que llegue el final y cuando llega, todo queda igual.

En “Un amor de jeunesse” todo es muy bonito. Esos campos, esas montañas, esos ríos y lagos, esas casas de campo que te dan ganas de irte unos días allí de vacaciones. Y esa protagonista tan mona a la que le sientan tan bien los gorritos y las bufandas de lana en invierno y los bikinis en verano. Pero si no ando muy desencaminado me parece que ante todo estamos delante de una historia de amor. Y no de un amor cualquiera, si no de aquel primer amor,mágico e irrepetible, por la pérdida del cual uno es capaz de hacer la mayor de las tonterías ante la que parece una tragedia irreparable. Pues bien, aquí es donde falla irremediablemente la película de Mia Hansen-Love. No es solo que entre los protagonistas haya menos química que entre Tom Cruise y Nicole Kidman sino que la pasión que se les supone brilla por su ausencia y no hay ni una sola escena entre ambos que transmita un mínimo de ardor a la platea . De esta manera Hansen-Love solo se muestra hábil a la hora de hacer avanzar la historia mediante escenas cortas de pocos planos que ayudan a que la película no se vuelva soporífera. Pero el guión tiene tan poca fuerza, es tan plano, que una vez acabada la proyección uno no puede más que preguntarse ¿y? Es decir uno se queda exactamente igual que como ha empezado, con la sensación de que le acaban de contar una historia tan normal y tan insulsa que tampoco hacía ninguna falta plasmarla en celuloide.

Lo mejor: los exteriores, perfectamente fotografiados.

Lo peor: la sosería de todo el conjunto.

Película francesa de bajo nivel con una historia trillada, muy poco cine y para colmo llena de pretensiones. Casi dos horas de tedio infinito con unos actores terribles, unas elipsis lamentables y un guión digno de "Al salir de clase". Ideal para adolescentes que se encuentren en estado vegetativo o que sufren las consecuencias del primer (des)amor. Lo único remarcable son los bucólicos escenarios campestres pero aún así, y por desgracia, están pésimamente fotografiados. Inquietante que la protagonista se pase toda la película marcando pezones.