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La herencia

Drama. Romance Christoffer pertenece a la cuarta generación de la familia propietaria de la prestigiosa Planta Siderúrgica Borch Møller, pero él ha abandonado el negocio familiar para abrir un restaurante en Estocolmo. Allí está felizmente casado con una actriz sueca, Maria, pero cuando su padre se suicida, la madre de Christoffer le exige que vuelva a casa para asumir el puesto de director ejecutivo de la compañía. A regañadientes, regresa para ... [+]
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
15 de febrero de 2018
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El hombre -y la mujer- deben estar donde su alma los reclama… y ese lugar, es aquel donde te sientes pleno porque te sabes útil. Estar ahí no te lo ofrece todo, porque en muchas ocasiones reclama sacrificios, pero, aquello que logras, bien que compensa lo que dejas de obtener. Algunos, consiguen sentirse plenos cuando están en su camino, porque dan y reciben de manera simultánea; otros, no lo están tanto, pero aceptan lo que les falta porque sienten que su labor sirve a muchísimas personas... y esa es ya una muy buena recompensa.

Lo que más me gusta de “LA HERENCIA”, es que comienza mostrando a dos seres, Christoffer y Maria (la asociación religiosa es intencional), que van por el mismo grandioso camino: El arte… y de repente, la vida comienza a distanciarlos porque, Christoffer, es atraído por una fuerza incontenible que le reclama ponerse en frente de una empresa siderúrgica de la que dependen 900 personas y la estabilidad de su propia familia. El proceso que siguen ambos desde entonces: Maria, tentada por el capitalismo para llevar una vida burguesa y ser otra ama de casa que ya “lo tiene todo”, y Christoffer, envuelto en esa vida empresarial donde se sacrifican muchas cosas personales por los intereses colectivos, está aquí tan brillantemente expuesto, que toda capacidad de juzgar o condenar se nos viene al piso y terminamos sintiendo que, es indispensable ponerse en los zapatos del otro antes de osar emitir juicio alguno… y casi siempre, los juicios carecen de sentido, sobre todo si, además de comprender, pretenden condenar.

Así son siempre las novelas, las obras de teatro y las películas que alcanzan La Gran Cima: Tienen como meta el Conocimiento, elevarnos por encima de las superficies, y así, calan hondo hasta llegar al alma del ser más complejo y valioso que se ha puesto sobre la tierra: El ser humano. Y es de esta manera, como ayudan a que demos un paso hacia la Unicidad, La Meta Suprema, la transformación que hará posible que la tierra luzca un día en todo su esplendor.

“LA HERENCIA”, es una secuela de “Bænken” (2000), parte de una trilogía completada en el año 2005 con “Drabet”, en la que el director, Per Fly, hace una radiografía de las clases sociales (baja, alta y media, en ese orden) de Dinamarca, y por reflejo, las de otras latitudes. ¡Lástima que este cine necesite de grandes honores o de difíciles licencias de la aplastante industria hollywoodense para poder acceder a nuestras salas, pues, hasta el sol de hoy, “Bænken” y “Drabet”, nos siguen vedadas!

Muy buenas actuaciones de Ulrich Tomsen (Christoffer), el actor de teatro que súbitamente se ve arrastrado por un insólito destino; Ghita Nørby, como Annelise, la madre con una fe incondicional en ese hijo que, sabe ella, lleva por herencia el liderazgo en la sangre. Y Linda Werlinder, la María que, también tiene a su Cristo, capaz de abandonarla para seguir su compromiso con las masas.

Éste es otro filme humano, demasiado humano.
Luis Guillermo Cardona
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15 de enero de 2024
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Si la cinematografía francesa es la más prolífica y fuerte en lo industrial en Europa, nadie puede con la calidad media general del cine danés durante las últimas décadas. Casi todas las revoluciones cinematográficas europeas de nuestro tiempo han tenido epicentro en ese impresionante país, también en lo cinéfilo.

Si hablamos de trasladar a imágenes densos dramas familiares desgarradores, despiadados y asfixiantes, nadie como los daneses. Y a las pruebas me remito: “Celebración” de Thomas Vinterberg, “Melancolía” de Lars Von Trier (una de las películas de mi vida) o algunos films de Susanne Bier son ejemplos perfectos de ello. Per Fly no quiere ser menos y llegó a nuestras vidas para quedarse no sólo con este peliculón sino como responsable de la inmortal serie danesa “Borgen”. Ahí es nada.

“La herencia” de Per Fly nos hace mirar por un agujero para desgarrar en canal ante nuestros ojos las miserias repulsivas que la institución familiar esconde y, ya de paso, para perpetrar un ataque con despiadada carga de profundidad contra el capitalismo, de los más salvajes que yo haya degustado en mi vida. O sea, una maravilla de película, desasosegante y gélida a la par que trágicamente aterradora.

Christoffer (impresionantemente interpretado por el gran Ulrich Thomsen, imprescindible en toda producción danesa) es hijo de una acaudalada familia industrial danesa. Pero él prefirió volar a Estocolmo, regentar un restaurante y casarse con una actriz (bellísima e inolvidable Lisa Werlinder). El problema es cuando el patriarca de la familia y director de todo el entramado industrial se suicida sin justificación alguna (cuando vas conociendo a la familia empiezas a entender por qué) y Christoffer es llamado a Dinamarca al seno familiar por una despótica y férrea madre para que se haga cargo de los negocios de la familia, incluso en contra de su propia voluntad y la de su pareja.

A partir de ahí, el intenso y demoledor drama familiar está servido, en torno a una cruda y fría disección de lo que la avaricia y el capitalismo son capaces de perpetrar en el interior del ser humano, dispuesto a renunciar a todo y a traicionar a todos en pos de lograr un ascenso social y económico ilimitado, sin techo ni satisfacción última, porque nunca se es lo suficientemente poderoso o rico para la repugnante naturaleza humana.

La destrucción empresarial de la persona afable y normal que habitaba dentro de Christoffer, descrita minuciosamente y paso a paso, es una disección despiadada y certera del cáncer que supone el capitalismo para los seres humanos.

Y todo ello contado cuasi-documentalmente por una cámara al hombro fría y distante de Per Fly, con ciertos ecos supervivientes al Dogma 95 danés y con una lucidez desapasionada totalmente desasosegante. No deja de tener durante su acertado metraje una textura documental que hiela aún más la sangre y que firma el espléndido director de fotografía Harald Gunnar Paalgard, así como una tenebrosa música de Halfdan E. Una película imprescindible para los tiempos que corren, tan injustamente desconocida como fundamental.
Sergio Berbel
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7 de febrero de 2015
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con sabor agridulce me deja esta película. Una historia a la que se le podría haber sacado mucho más. Pese al estilo Dogma de cámara en mano, se muestra la historia distanciando a los espectadores de los protagonistas. La sensación final que me queda es que no te hace sentir tanto como podría hacerlo.
Lo mejor, Urlirch Thomsen.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
EGR
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